Quietud, oscuridad, frío, agua helada, escarcha, placas de hielo, es tiempo de poco movimiento, disminuye la materia y se concentra la energía. Las plantas entierran su energía en las raíces, los animales engrosan sus pieles y consumen sus depósitos de grasa y el agua de los estanques se solidifica. Y bajo toda esta hibernación, sin embargo, la vida sigue latiendo, calladamente; luego, como por hechizo, el milagro de la vida germinará de nuevo cuando lentamente el sol recupere su dominio.
Tenemos suerte de poder vivir en una tierra donde el clima todavía es estacional, variado, rítmico, cambiante, como la naturaleza. Donde cada estación tiene sus colores, sus olores y sus sabores. Sintámonos agraciados y alienémonos con la naturaleza, con nuestro ser más íntimo y brotará en nosotros una nueva sensación de bienestar. Salgámonos de la rutina y un frío día cualquiera levantémonos muy temprano y salgamos de la ciudad, a la huerta o al campo, y disfrutemos el frío, la escarcha o la nieve.
Gocemos de los caldos calentitos, de las infusiones, de los guisos tradicionales, de los asados de carne, de los embutidos y los quesos, de los licores caseros y luego, al calor de la hoquera, en medio de la oscura noche helada, reino de brujas y demonios, contémonos historias para no dormir que forman parte de nuestro inconsciente colectivo y personal.