La Reconquista de Murcia
Las capitulaciones se firmaron en Alcaraz a principios de 1243. Contenían las condiciones de la sumisión musulmana, entre las que se contaba la entrega a Fernando III, monarca castellano, la mitad de todas las rentas del emirato y la continuidad de todo sistema social y económico islámico. A los musulmanes se les garantizó el respeto a su propiedades y religión.
El 1 de mayo de 1243, el infante don Alfonso entraba en la ciudad de Murcia, tomándola de forma pacífica, siéndole entregado el Alcázar Mayor donde se estableció una guarnición militar. A la ciudad fueron llegando cristianos que se asentaron en un principio en el arrabal murado de la Arrixaca.
Las disputas entre Aragón y Castilla por la posesión del sureste peninsular se habían iniciado muchos años antes. El avance territorial de ambos reinos hacia el sur les hacía converger en esta zona, lo que pronto sería fuente de conflictos políticos. Finalmente, el 28 de marzo de 1244 se firmaba, entre Aragón y Castilla, el Tratado de Almizra, en el que se delimitaba con detalle la frontera entre Aragón y Castilla en futuras conquistas.
La sublevación mudéjar de 1264
A partir de la muerte de Fernando III en 1252, las condiciones del Tratado de Alcaraz comienzan a no ser respetadas por Alfonso X y su corte, lo que provocará la protesta de la comunidad musulmana.
Alfonso X pretendía asegurar el asentamiento de pobladores cristianos y proporcionar mayor consistencia al dominio de Castilla sobre el Reino de Murcia.
Las intenciones y actuaciones del Rey Sabio desencadenaron la histórica sublevación mudéjar de 1264 en la que la capital murciana y gran número de villas, caerán en manos de los mudéjares sublevados.
El ya rey Alfonso X demandó ayuda a su suegro Jaime I el Conquistador, quien reconquistó la ciudad de Murcia en 1266.
Favorecida por las mercedes de Alfonso X y Sancho IV, Murcia vivirá un período de esplendor y prosperidad en el siglo XIII.
La repoblación del Municipio de Murcia. La desaparición de los alminares en el horizonte murciano
La reconquista castellana traerá consigo dos hechos fundamentales y simultáneos en todo el actual municipio de Murcia: el exilio de los musulmanes murcianos y la llegada de repobladores cristianos.
El fracaso de la rebelión de los mudéjares permitió al monarca Alfonso iniciar una política de concesiones de tierras y señoríos a nobles y repobladores cristianos, fomentando el éxodo mudéjar hacia el que fue el último bastión islámico en España: Granada.
Muchas de las pedanías murcianas ya son citadas en el siglo XIII con motivo de los repartimientos de tierras realizados tras la reconquista murciana. Estos lugares eran dependientes jurisdiccionalmente de la ciudad de Murcia, incluso eclesiásticamente, no contando con parroquia.
Fruto de los repartimientos realizados y, al contrario de lo que ocurría en la huerta, los nombres de los nuevos propietarios de los caseríos del Campo de Murcia serán los que se trasladen a la toponimia de estos lugares.
La sustitución de la población murciana por inmigrantes cristianos llegados del norte ávidos de conseguir nuevos patrimonios (especialmente catalano-aragoneses), se unía a la ambición de la nobleza feudal de incrementar sus señoríos con nuevas concesiones.
Ello ocasionó un cambio coyuntural en la Región de Murcia en el siglo XIII y fomentó el exilio musulmán, simultáneo a la repoblación cristiana. Pero el menor número de repobladores produjo un desequilibrio demográfico que nunca fue superado.
El reparto del Reino de Murcia entre los poderes que habían contribuido a la reconquista, ocasionó tensiones entre monarquía, iglesia y nobleza.
Con la ocupación cristiana, el poblamiento murciano quedaba configurado en tres sectores: el cristiano, que comprendía las parroquias centrales; el musulmán, en torno al arrabal de la Arrixaca y el judío, cercano a las puertas de Orihuela.
El horizonte murciano se verá notablemente transformado, las mezquitas irán desapareciendo, al tiempo que se erigen las iglesias de la ciudad.
En el lugar de la Mezquita Aljama, en el siglo XIV, se comenzó a levantar la Catedral de Santa María, alrededor de la cual se situaron las calles con los talleres que les dieron nombre: Platería, Trapería, Jabonerías, etc... Al tiempo que un incipiente comercio se abría paso mediante las ferias de ganado y los productos hortícolas.
Caótico final del siglo XIII
La recta final del siglo XIII resultará caótica, debido a la disminución de la población por el éxodo mudéjar, la guerra civil desencadenada por la crisis sucesoria abierta tras la muerte del primogénito de Alfonso X (infante Fernando) y las catástrofes humanas propiciadas por sequías e inundaciones.
La crisis sucesoria de Alfonso X se resolvió con la subida al trono del segundogénito Sancho IV, tras una guerra civil contra su padre y los hijos del infante fallecido. Éstos se refugiaron en Aragón, donde Alfonso de la Cerda fue reconocido, en 1289, como rey de Castilla a cambio de la concesión del reino de Murcia al rey aragonés.
A partir de 1296 se inició la conquista catalano-aragonesa del reino de Murcia.
En 1304 el rey aragonés Jaime II el Justo y Fernando IV de Castilla firmaron el Tratado de Torrellas, Murcia volvía a ser de Castilla y el río Segura se convertía en la frontera entre la Corona de Aragón y el Reino de Castilla.
La debilidad del poder monárquico y el dominio de don Juan Manuel
El reparto del reino entre Aragón y Castilla causó una reordenación del poder político y una transferencia de propiedades a diversos linajes, siendo los más beneficiados la Orden de Santiago, la Iglesia de Cartagena y la familia Manuel, a cuyo frente se encontraba el famoso y controvertido don Juan Manuel, adelantado mayor del reino de Murcia, desde que lo heredase de su padre en 1284.
Bajo la protección de don Juan Manuel, otros linajes, entre los que se encontraban los Fajardo, fueron ocupando puestos en la dirección política del reino, obteniendo señoríos y propiedades en él. Esta circunstancia suscitó fuertes tensiones sociales entre aquellos que se oponían a que las familias enriquecidas monopolizaran los cargos concejiles y controlaran el gobierno de la ciudad.
En Murcia también se constituyeron señoríos territoriales a partir de la adquisición de algunas alquerías de la ciudad por parte de estas familias poderosas. Fue el caso de Cotillas, desmembrada a favor de los Calvillo, que la constituyeron en mayorazgo en 1318.
Debilitada la autoridad de la monarquía, por la minoría de edad de Alfonso XI (hijo de Fernando IV) y por las rivalidades entre los regentes, el reino de Murcia se convirtió en un territorio gobernado por don Juan Manuel.
Crisis económica y demográfica en una segunda mitad del siglo XIV protagonizada por las disputas entre Manueles y Fajardos
La muerte de don Juan Manuel en 1348 significó la apertura de un amplio período de tensiones y enfrentamientos en el seno de la clase dirigente por el control del reino.
El señorío de Villena y el adelantamiento de Murcia fueron heredados por su hijo Fernando Manuel. Pero a estas alturas los Fajardo (futuros Marqueses de los Vélez) ya se habían convertido en uno de los principales linajes de la capital del Segura, beneficiados por la Orden de Santiago y arropados por sus vínculos de consanguinidad con los Ayala.
En la segunda mitad del siglo XIV, los enfrentamientos entre Manueles y Fajardos por la hegemonía política del concejo municipal murciano fueron frecuentes, desembocando en el dominio de la capital murciana por parte de los Fajardo, en detrimento de los Manueles.
Pedro Fajardo gobernó en Murcia como un virrey y así lo reconocieron todos sus contemporáneos, hasta que la nueva monarquía de los Reyes Católicos inició su política de reafirmación monárquica en todos los reinos peninsulares.
Al malestar social causado por el incremento patrimonial de estos linajes, se unieron las crisis económicas y las epidemias, como la que entre 1395 y 1396 azotó Murcia con la pérdida de 6.000 habitantes. A los años de epidemias se sucedieron otros de crisis agrarias y de hambre, lo que incrementaba el vacío poblacional que ya de por sí sufría Murcia y su Huerta. Estos factores dibujan el sombrío panorama del siglo XIV murciano.