La invasión musulmana y el pacto de Teodomiro
Aprovechando el desorden social y la inestabilidad política imperante en la Península Ibérica a principios del siglo VIII, tropas musulmanas al las órdenes de Tarik penetran por Gibraltar y comienzan la campaña de conquista del reino visigodo.
En el año 713, las tropas abanderadas por Abd al-Aziz asumen la conquista del sureste peninsular, dirigiéndose desde Granada a las tierras gobernadas por Teodomiro, señor de la región levantina.
El pragmatismo de este noble visigodo, en un momento en el que la mayor parte del reino ya estaba en manos de los musulmanes, le llevó a pactar con Abd al-Aziz la sumisión del sureste peninsular, donde se encontraba la región murciana (Tudmir), en lo que ha quedado consagrado para la historia como: Pacto de Teodomiro.
El Pacto de Teodomiro o Pacto de Tudmir
El Pacto de Teodomiro es un documento que recoge las condiciones de armisticio entre las partes y del que han perdurado varias versiones. Constituye el primer documento musulmán de la actual región murciana y es considerado como el acta de constitución del Reino de Murcia y el primer reconocimiento de su unidad política.
Este pacto fijó las relaciones entre conquistadores y sometidos, sus obligaciones y deberes, así como las compensaciones económicas en dinero y en especie, garantizando la soberanía y señalando el estatus jurídico de Teodomiro.
La tolerancia y las buenas relaciones son la base de este trato, reconociendo las urbes del sureste de cierta importancia: Mula, Lorca, Alicante, Elche, Villena y otras poblaciones cuya localización exacta parece indeterminada, siendo Orihuela el lugar que asumía la capitalidad de la zona.
El hecho de que la ciudad de Murcia no aparezca en el Pacto de Teodomiro, reside en que su importancia en el conjunto del territorio era todavía muy escasa.
Mientras vivió Teodomiro, Tudmir no fue ni un principado independiente, ni una tierra sometida a la autoridad directa de los gobernadores árabes, sino que fue una tierra bajo la autoridad del caudillo visigodo, pero ejercida en nombre del wali (gobernador), designado por Damasco para regir los destinos de Al-Andalus. Esta autonomía continuaría con su sucesor Atanagildo. Luego pasaría a ser una provincia islámica dependiente de Córdoba, perdiendo su especial estatus.
La fundación de la ciudad de Murcia por Abd al-Rahman II
En los inicios del siglo IX la ciudad de Lorca se convertía en la auténtica capital de Tudmir, en detrimento de Orihuela, que había perdido gran parte de su antiguo papel como capital administrativa.
Los diversos clanes establecidos en el territorio de Tudmir mantenían continuas reyertas tribales, por lo que, el 25 de julio del año 825, el emir Abd al-Rahman II, con el objeto de pacificar el territorio, potenciar el desarrollo y afianzar su autoridad, establecía una nueva capital en una pequeña elevación a orillas del río Segura: había nacido la Medina Mursiya.
Se ha generalizado la idea de que Murcia es una nueva población creada por el emir Abd al-Rahman II en el año 825, aunque los vestigios hallados en lugares como la actual Gran Vía Escultor Salzillo, indican que la realidad no fue del todo así, puesto que en aquel lugar ya existía un pequeño poblado, cuyos orígenes se remontarían a una villae romana denominada Murtia.
La fundación administrativa de la Medina Mursiya supone la dotación a la ciudad de una personalidad diferenciada y el establecimiento de una nueva capitalidad para Tudmir (que según el geógrafo árabe al-Idrisi incluía Murcia, Orihuela, Cartagena, Mula, Lorca y Chinchilla).
La ciudad se creó cercada por una muralla de quince metros de altura, jalonada con noventa y cinco torres defensivas y con nueve puertas que la comunicaban con el exterior.
La consagración de la capitalidad de Murcia bajo el califato de Abd al-Rahman III
Los propósitos centralistas de Abd al-Rahman II tuvieron un éxito relativo, puesto que la ciudad fue prosperando lentamente, no tanto por ser la sede administrativa del territorio, como por estar emplazada en la mejor zona del Valle del Segura.
De modo que, durante el resto del siglo IX, la primacía de Lorca continuó siendo evidente y sólo a partir del siglo X se constata a Murcia como clara capital política y centro económico de Tudmir.
En el año 929 Abd al-Rahman III se proclama Califa de Córdoba inaugurando uno de los períodos de mayor esplendor de Al-Andalus. Al año siguiente de su proclamación como califa, envió un general beréber para gobernar Tudmir, comenzando para este territorio un orden nuevo, caracterizado por la estabilidad social y la prosperidad económica, que terminó por afianzar a Murcia su capitalidad sobre el resto de poblaciones.
El esplendor murciano en manos del Rey Lobo
Tras la crisis y desaparición del Califato de Córdoba en el año 1031, la inestabilidad política y social se extiende por Tudmir. En este contexto nace el Reino de Murcia, a partir de una taifa alrededor de la ciudad musulmana de Murcia. Aquel reino incluía la actual provincia de Albacete y parte de la provincia de Almería.
Durante las segundas Taifas, en el año 1147 Ibn Mardanis, el controvertido rey Lobo, asumió el poder de Murcia, convirtiendo la capital y su corte en un centro político y cultural equiparable con las principales ciudades islámicas del momento. Tras veinticinco años de esplendor, Ibn Mardanis fue derrotado por los almohades, muriendo en Murcia en 1172.
La hazaña de Ibn Hud
Uno de los últimos episodios importantes de la historia islámica murciana tendrá lugar al concluir el dominio almohade sobre Al-Andalus. Tras la victoria de Alfonso VIII de Castilla en las Navas de Tolosa (1212), el clima de inestabilidad y el peligro de las fronteras perfilan el contexto histórico en el que Ibn Hud inicia su aventura en un intento de crear un nuevo reino independiente.
En el año 1228 entró en la ciudad de Murcia, proclamándose emir, extendiendo su poder por todo el sureste peninsular.
Sin embargo, el avance cristiano fue desmoronando el territorio de Ibn Hud, hasta el punto de que en 1243, el territorio murciano se sometió al protectorado del rey castellano Fernando III.
Dice la leyenda que Ibn Hud moriría asesinado en Almería por uno de sus propios gobernadores.