Los condicionantes geográficos del poblamiento en el Municipio de Murcia
Históricamente el territorio administrado por el Ayuntamiento de Murcia se ha dividido en dos grandes zonas claramente identificadas por sus rasgos climáticos, geográficos, agrícolas y de poblamiento: la Huerta y el Campo.
La Huerta de Murcia, rica y próspera, se concentra en torno al valle por el que discurre el río Segura, mientras que el campo, con una economía de agricultura extensiva y de secano y un poblamiento escaso y diseminado, lo circunda.
Ambas zonas se encuentran delimitadas por las sierras que atraviesan el municipio de Murcia de Este a Oeste: Carrascoy, El Puerto, Villares, Columbares, Altaona y Escalona, constituyendo una barrera geográfica que ha condicionado el poblamiento desde antiguo, convirtiendo al Campo de Murcia en una zona prácticamente despoblada hasta época musulmana.
Los primeros pobladores del territorio comprendido en el actual municipio de Murcia se establecieron en zonas elevadas, ya que la vega se encontraba cuajada de almarjales que dificultaban el asentamiento humano.
Los vestigios eneolíticos, argáricos, íberos, púnicos y romanos hallados en Monteagudo, Algezares y Carrascoy, demuestran que hasta época preislámica la actividad humana se desarrolló fundamentalmente en las inmediaciones del río Segura.
Estos emplazamientos de la primitiva población murciana respondían a un sentido de protegida defensa ante las frecuentes inundaciones y de fácil aprovechamiento de las fértiles tierras del valle.
El complejo arqueológico de El Verdolay: los primeros asentamientos de la zona
Los primeros pobladores del actual término municipal de Murcia se asentaron en lugares elevados, fácilmente defendibles y a salvo de las crecidas de los ríos Segura y Guadalentín.
Las laderas de las montañas de la actual pedanía de La Alberca conocieron a los primeros pobladores de la comarca, atraídos por la seguridad que les reportaba el lugar y la abundancia de nacimientos de agua. Los vestigios descubiertos en el complejo arqueológico del Verdolay (La Alberca), situado tres kilómetros al sur de Murcia capital, indican la existencia de un poblado antiguo que cronológicamente abarca desde el Eneolítico (III milenio a. C), hasta época medieval.
Los vestigios hallados constatan una ocupación ininterrumpida del lugar hasta el período de romanización. En período romano se observa un dilatado vacío poblacional que sólo se llenará cuando en época árabe se construya la fortaleza conocida como Castillo de la Luz o de Santa Catalina (siglo IX).
Las razones de la continuidad en el hábitat existente en El Verdolay radican en la estratégica situación del enclave, su riqueza agrícola, ganadera y maderera, así como la presencia abundante de agua y la situación en altura del yacimiento. En este complejo se sitúan toda una serie de espacios de ocupación distribuidos en torno al Cerro del Castillo.
En este complejo arqueológico se observa cómo las áreas de habitación se concentran en el Monte de Santa Catalina, las de culto en el Cerro de la Luz y en las estribaciones de San Antonio el Pobre, mientras que las de enterramiento se sitúan en el Cabecico del Tesoro y las zonas más bajas de las estribaciones de dicho cerro.
Los vestigios eneolíticos de Monteagudo
El hecho de que los poblados eneolíticos se situasen en lugares con buenos recursos naturales, fundamentalmente junto a cursos de agua y zonas de pasto para el ganado, se pone de manifiesto en los vestigios eneolíticos hallados en Monteagudo.
La Cultura Argárica en el Municipio de Murcia: los ejemplos del Verdolay y del Puntarrón Chico
Hacia el II milenio a.C apareció la metalurgia de la aleación del bronce. Los poblados aumentaron en extensión y sus estructuras defensivas se hicieron más complejas. La vida del colectivo se quedó inmersa en el interior del área habitación y los rituales funerarios se caracterizaban por las inhumaciones individuales, la mayoría dentro de los hogares o dentro de su perímetro.
Los restos argáricos encontrados en La Alberca y Beniaján constituyen claros exponentes de aquellos pueblos a los que a su estratégica ubicación se unió la explotación de los importantes filones metalíferos de la zona, traduciéndose en una serie de relaciones económicas características del sureste peninsular durante la Edad del Bronce.
Durante el desarrollo de la cultura argárica el poblamiento continuó siendo extenso en El Verdolay, donde se halló una necrópolis situada junto a la ermita de San Antonio el Pobre.
El Bronce Final y Tardío también se encuentra representado en el Verdolay.
Situado en la Sierra de Carrascoy, sobre un cerro de 253 metros, el yacimiento argárico del Puntarrón Chico define el primer referente de asentamiento humano en la pedanía de Beniaján.
La vida funeraria que desvela este yacimiento sigue los parámetros característicos de los poblados argáricos del sureste peninsular, en los que el área de enterramiento coincide con el del poblado, el rito es de inhumación e individual con la deposición lateral y flexionada del cadáver en el interior de una caja de losas o cista.
El desarrollo de la cultura íbera en la ladera de Carrascoy
La cultura íbera en el territorio que actualmente conocemos como municipio de Murcia, se desarrolla durante la segunda Edad del Hierro (desde el 500 a.C hasta la Romanización), por la influencia de los pueblos colonizadores del Mediterráneo Oriental sobre las mismas poblaciones del Bronce Final de Murcia.
Durante este período se consolida la práctica de la metalurgia del hierro y se intensifican los contactos comerciales y culturales con otros pueblos mediterráneos: fenicios, púnicos y griegos.
Algunos de los hallazgos más interesantes de cultura íbera encontrados en el término municipal murciano corresponden al complejo arqueológico del Verdolay, extendiéndose por toda la ladera montañosa que discurre por las actuales pedanías de La Alberca, Santo Angel y Algezares. Es el caso de las Necrópolis del Cabecico del Tesoro y de la Estación Serícola, el Santuario de la Luz y el poblado de Santa Catalina.
En el Santuario íbero de la Luz, enclavado en la margen derecha de la Vega del Segura, se han hallado numerosos exvotos y la cabeza caliza marmórea de la imagen de la diosa titular del templo, Deméter.
Este Santuario representa el epílogo de la dilatada existencia de un importante centro religioso de época íbera, muy vinculado a los influjos religiosos y culturales del Mediterráneo.