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Libro "Isaac Peral su obra y su tiempo"

Licencia absoluta de la Marina y Manifiesto de Peral

Isaac Peral, fatigado y decepcionado por lo ocurrido, pidió la licencia a la Armada, siendo concedida el 5 de enero de 1891 con carácter de absoluta. La desolación de Isaac Peral, que además convivía con la enfermedad que le persiguió hasta el final de sus días, fue acrecentada por el cúmulo de acusaciones y denuestos que se vertieron sobre él y su invento.

Frente a esta situación, poco más pudo hacer que redactar un Manifiesto dirigido a la opinión pública en el que trató de defender su integridad y la viabilidad del proyecto.

Tampoco sería fácil publicar esta declaración, encontrando sólo en el 'El Matute' la disposición de difundir el artículo.

El escrito consiguió reavivar la polémica, pero sin la fuerza que había tenido antes, quedando pronto el asunto en el olvido. Las pocas esperanzas de Peral de generar una respuesta nacional a sus palabras se diluyeron y aunque contó con el ánimo de unos cuantos incondicionales, para entonces, él ya se encontraba totalmente desencantado.

Desasosiego que se vería incrementado cuando, incluso, se tratase de justificar el abandono del proyecto por parte las autoridades sobre la base de la no autoría de Peral de las aportaciones esenciales.

La nueva vida de Isaac

Las obligaciones familiares de Peral primaban en ese momento y comenzó a trabajar como ingeniero electricista en la casa alemana ¿Lewy & Kogherthaler¿, donde permanecería tan sólo un año, al plantearse la perspectiva de crear su propia empresa, una compañía con el nombre de ¿Centro Industrial y de Consultas Electro-Mecánicas¿.

Allí patentó algunos aparatos, entre los que destacó un acumulador eléctrico con el que se crearon en España varias centrales de alumbrado eléctrico. También puso aplicación a sus conocimientos con otros artefactos, muchos de los cuales fueron solicitados desde el extranjero. En 1893 fundó la Electra- Peral-Zaragozana.

La vocación de inventor parece que no desapareció del todo, apuntándose la posibilidad de que continuara investigando sobre algunas cuestiones teóricas acerca de los submarinos. También se sabe que ideó una ametralladora eléctrica de aire comprimido. Los prejuicios acerca de la operatividad del invento, al igual que ocurriera con los del submarino, desaparecieron con la Primera Guerra Mundial.

Los últimos días de Peral

La frenética actividad que siguió Isaac Peral en la última etapa de su vida, probablemente fue determinante en el agravamiento de su estado de salud. En efecto, la enfermedad incurable que lo acechaba desde hacía tiempo llegó un momento en que requirió una intervención de urgencia. Acompañado de su familia, se trasladó a Berlín, con la intención de ser intervenido por uno de los mejores especialistas de la materia por entonces.

Una infección después de la operación aceleró la que era ya una muerte segura. Isaac Peral falleció el 22 de mayo de 1895, trasladándose su cuerpo a España poco después.

El legado tras su desaparición

Según algunos de sus familiares, la llegada a Madrid del cuerpo de Isaac Peral fue recibida con bastante frialdad, como también lo fue el único homenaje que recibió por parte de la Marina Española, que envío la bandera de combate del submarino al Museo Naval.

La confusa situación que se había mantenido en torno a la figura de Isaac Peral permaneció después de su muerte, teniendo que pasar años para que el nombre de este ilustre cartagenero se rescatara del olvido y comenzara a ocupar la relevancia que habría merecido.

En 1911, su cuerpo fue trasladado desde el madrileño cementerio de la Almudena hasta Cartagena. Los restos fueron sepultados en el cementerio de Nuestra Señora de los Remedios, siendo trasladados en 1927 al mausoleo, dentro del mismo cementerio, en el que hoy día se encuentran.

El casco del submarino de Isaac Peral fue mostrado en la Exposición Internacional de Sevilla, ciudad a la que volvería dentro del Pabellón de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia en la Exposición Universal de 1992. En 1928 el Ministerio de Marina dispuso que el Submarino de Peral se trasladara al Arsenal de Cartagena, donde se construían los submarinos de la Armada española.

En 1951, se erigió un Busto de la mano de Luis Bolarín, en la Plaza Sánchez Doménech, en el Barrio de Peral de Cartagena. Más tarde sería sustituido por una escultura de cuerpo entero del inventor.

En 1965 el submarino fue depositado finalmente en el centro de la ciudad, en homenaje y recuerdo de un cartagenero universal.

En el siglo XXI el Submarino Peral se ha acercado mucho más al agua, está inmerso en el nuevo paseo marítimo con que cuenta Cartagena. Es uno de los símbolos de la ciudad y motivo de orgullo para todos los cartageneros.