Silencio y oscuridad. Cartagena año tras año se apaga y enmudece para acoger al más severo cortejo de la Cofradía del Prendimiento, procesión donde recogimiento, orden y oración son sus protagonistas.
Las calles más céntricas de la ciudad, sólo iluminadas por los tenues reflejos del triste desfile pasional, acogen el sobrecogedor cortejo en el que apagados sonidos y tenebrosas luces evocan cada año el lamento místico de la Pasión.
Los californios despiden sus desfiles pasionales con una procesión que contrasta con las anteriores de esta Cofradía. Un solo tambor con sordina marca el ritmo acentuando. La única iluminación es la de los hachotes y los tronos.
Es especialmente emotivo ver como al paso de la procesión se van apagando las luces del alumbrado público y de los establecimientos comerciales.