La historia avanza, los años pasan y las divisiones cronológicas de la historiografía van quedando caducas. Han pasado ya cien años desde la primera muestra de arte abstracto: la acuarela de Kandinsky. Cien años en términos de patrimonio mueble es hablar de una antigüedad. ¿Cómo delimitar entonces lo que es contemporáneo?, quizá simplemente como lo que es más cercano a nosotros si bien sabemos que no podemos hacer historia con lo que es demasiado cercano, con el autor que aún vive, con los acontecimientos cuyo alcance global no podemos aún medir.

El impresionismo, el cubismo, la abstracción, Matisse, van Gogh, Gris o Picasso parecen ya pretéritos sin embargo son la punta de lanza para entender las nuevas tendencias pictóricas, sin ellos no existiría Pollock.

La pintura murciana, los pintores murcianos más cercanos a nosotros han seguido derroteros distintos, siempre entre la subsistencia del encargo y la realidad artística que los rodeaba y rodea. Existen tendencias en la pintura contemporánea española, pintores cuya obra fue expuesta en Murcia y que, inevitablemente, tuvieron su influencia en los pintores locales.

Existe una división entre los pintores contemporáneos más cercanos a las actuales vanguardias y los que ocuparon la realidad artística de Murcia a partir de la posguerra, momentos en el que algunos nombres significaron un cambio decidido al arte pictórico local.

Es necesario hacer algo de memoria histórica para comprender ciertas carencias o peculiaridades. España en sí  no se enfrenta a los procesos políticos por los que pasaría Europa en sus críticos años del primer tercio del XX. Nuestro país vive ajeno a los dramáticos cambios previos y posteriores a la Primera Guerra Mundial, la literatura es costumbrista y no tenemos filósofos existencialistas, Freud tardará mucho en llegar a nuestra sociedad científica y un largo etc. Murcia tiene una apacible vida de provincias cuando lo que llamaremos contemporáneo se exhibe en salas de exposición y va ocupando poco a poco galerías y artículos en revistas especializadas.

La realidad de la pintura murciana estuvo ligada, ya desde finales del XIX al costumbrismo y el folclore. Miralles, Sobejano, Medina Vera, Seiquer… son nombres que dejarían una profunda huella en la pintura murciana, huella del paisaje local, de los temas folclóricos, de una suerte de localismo que, aunque no estuviera muy ligado a las vanguardias europeas, era parte de la historia pictórica occidental, que a pesar de sus nuevas tendencias tampoco abandonaba el gusto burgués por una pintura “inteligible” y “correcta”.

Pero a pesar del costumbrismo imperante los pintores murcianos eran conocedores de la realidad artística europea. Que sus clientes no quisieran o comprendieran esa realidad no quiere decir que estos artistas no entendieran, de alguna manera, que podían dejar en sus obras ciertos modernismos, ya fuera en la paleta de colores, en la luz, o en la técnica de la pincelada en sus obras. Esto permitiría que, más tarde, surgiera Pedro Flores, Ramón Gaya o Sofía Morales y que, con el tiempo, los cuadros de Sánchez Picazo tuvieran su repercusión en las obras de Joaquín Juliá o Juan Bonafé.


La España de la posguerra, la nación que se construye tras la Guerra Civil dejó su inevitable impronta en la cultura, cerrada y sometida a un pensamiento nada proclive al asunto cultural en sí mismo. No es que no haya pintura, escultura y otras artes, de hecho el teatro y el cine superan incluso las barreras de la censura, pero las artes plásticas, que incluso en término occidentales viven momentos “diferentes”, no dan muestras de especial novedad. Ciertamente, tras la hecatombe de la Segunda Guerra Mundial, Europa ya no es el centro de la cultura artística, el interés se desplaza a nuevos ámbitos como Sudamérica y Estados Unidos.


En Murcia es especialmente interesante la generación de pintores de los años veinte, Flores, Gaya, Garay… Hay que tener en cuenta que a Murcia llegan pintores ingleses como Gordon, Hall o Tyron y es la amistad con los pintores locales lo que da cierto aire cosmopolita a la capital de la Región. Nuevamente la Sociedad Económica del País beca a estos jóvenes artistas, salir fuera de Murcia es la mejor opción para ellos porque la sociedad local no aspira por el momento a algo más que el costumbrismo que ha dejado la pintura anterior a ellos, como mucho los bodegones de Sánchez Picazo.

El paisaje es lo más “vendible”, casi todos nuestros pintores se vuelcan en esta temática, también influirían las tendencias inglesas, tan amantes del paisaje y con tanta tradición. Almela Costa, Bonafé o Nicolás son los más cercanos a los localismos Flores se atreve con el cubismo, Garay se acerca a Sorolla.

Ramón Gaya es el más internacional de nuestros pintores, su obra está en los mercados foráneos. Junto a Bonafé Gaya participa en la Exposición Internacional de 1937, pero la Guerra Civil es devastadora con las vanguardias artísticas y de hecho suponen para la pintura en Murcia un golpe del que tardará años en recuperarse.


Llegados a los años sesenta del XX se estimula la dinámica de las exposiciones, hay pintores que están trabajando y muy bien en Murcia, algunos, como hemos dicho, siguen las vanguardias y las conocen pero la pintura expuesta por lo general es una obra amable, figurativa, queda lejos de la abstracción, de los nuevos conceptos de soporte, del arte pop y reivindicativo o de crítica social que aún no es posible. Pero la situación política y social cambiará y eso se dejará sentir en nuestros pintores.

El grupo Puente Nuevo expone al aire libre, Ceferino Moreno, Ballester y otros pintores serían los primeros en mostrar cierta vanguardia aunque con conceptos abstractos e impresionistas. Muñoz Barberán, Párraga, Carpe o Viudes serían los nombres que se alejarán de la pintura “oficial”.


Los años ochenta, nuevamente, serían un buen momento para la pintura murciana. Surgen nuevos nombres y otros se mantienen, Hernández Carpe, Molina Sánchez, Párraga, Belzunce, Lucas, Barberán, Semitiel, Mir, Pedro Cano, Francisco Serna etc. Momentos de cierto esplendor en la pintura local y de especial interés para que la sociedad que gusta del arte pueda encontrar en los ejemplos locales la misma calidad e interés por las corrientes contemporáneas que pueda hallar fuera de Murcia. El trasfondo político, social y económico favorece esta pequeña explosión de actividad artística, durante los años setenta, ochenta y principios de los noventa la ciudad de Murcia vivió momentos de proyección artística muy interesantes, Contraparada, Clave, la Sala del Almudí y galerías privadas con trayectorias más amplias como Chys aportarían con sus exposiciones algo más a la realidad del arte en Murcia, fomentando a los autores locales e invitando a artistas destacados internacionalmente.


Actualmente podemos encontrar ejemplos de pintores que van desde las propuestas más vanguardistas hasta los ejemplos más clásicos, como en el caso del hiperrealismo de Lozano Saorín. Una nueva generación recoge el testigo del costumbrismo, como Nono, en ocasiones con toques algo impresionistas, como en el caso de Torregar.