Las consecuencias de la revuelta mudéjar de Granada (1500). De mudéjares a moriscos


La situación de las aljamas murcianas va a sufrir un vuelco a causa de acontecimientos producidos no en el Reino, sino en su frontera occidental. El fracaso de la política de tolerancia de Fray Hernando de Talavera, el viraje a la pastoral dura de Jiménez de Cisneros, y la rebelión mudéjar de 1500-1501 dibujan un escenario que suscita en los mudéjares murcianos el miedo a perder su estatus, por muy precario que pueda considerarse. Después de siglos y de sufrimientos, parece que habían hallado la manera de ser y de estar en su tierra, sin que el hecho de pertenecer a otra raza y a otra religión implicara comprometer su existencia física.

Aquí se plantea un asunto trascendente y que aún pide más investigación: el de la identidad. Habitantes de un reino de triple frontera, los mudéjares habían sido testigos del tránsito constante de tropas de uno y otro estandarte de Aragón a Granada, de Granada a Aragón, con operaciones tan espectaculares como la razzia de 1477, que despobló Cieza y Abarán, entre otras localidades. Los mudéjares aragoneses que querían, antes de 1492, ponerse a salvo en Granada, tenían que atravesar Murcia. Y tras ellos aparecían los perseguidores, con ánimo de cortar sus orejas para cobrar la recompensa correspondiente. Y queda el mar, desde donde llegaba el peligro berberisco (aunque aún no había llegado el momento más fuerte de este fenómeno). Al mismo tiempo, era una frontera permeable, en la que se producían conversiones en ambos sentidos, secuestros, rescates, se concertaban paces o se intercambiaban productos. En ese contexto... ¿quiénes eran los mudéjares murcianos?

Uno de los aspectos más interesantes es considerar si los mudéjares murcianos podrían considerarse herederos directos de los musulmanes murcianos. Según Rodríguez Llopis

las comunidades mudéjares murcianas no eran ya herederas de los musulmanes murcianos del siglo XIII. Había existido un claro proceso de ruptura y de cambio que hacía que casi todos estos pueblos  estuvieran habitados por familias atraídas por los señores mediante cartas pueblas en algún momento de los siglos XIV y XV, procedentes de los reinos de Valencia o de Granada, indistintamente”.

Encontramos en el Reino de Murcia una población mudéjar que se ha visto disgregada geográficamente; expoliada económicamente; sometida desde el punto político, social y religioso; y que además ha visto cómo se minaba su identidad con medidas de todo tipo, desde las encaminadas a impedir sus prácticas religiosas, hasta las resultantes de la movilidad geográfica (igual que Rodríguez Llopis nos recuerda el origen valenciano o granadino de distintos pobladores, podemos traer a colación la repoblación de Abarán en 1483 con familias de moros de Hellín, tras la despoblación que siguió a la expedición de 1477), pasando por el acoso fiscal progresivo.

En el verano de 1501, en sucesivas embajadas, los mudéjares murcianos se presentan ante los Reyes Católicos para solicitar el bautismo. El 2 de septiembre de 1501 los Reyes Católicos aceptan la conversión de los mudéjares del Reino de Murcia dependientes de las órdenes militares, señoríos y abadengos del Reino de Murcia, concediéndoles diversas mercedes. Se anticipan los mudéjares murcianos a las medidas drásticas de 1502 porque quieren tres cosas: seguir habitando sus tierras, y que no se les meta en el mismo saco de los mudéjares granadinos, porque sospechan que la reacción contra ellos ha de ser contundente. Y por encima de todo, sobrevivir en mejores condiciones, algo que el bautismo podría ayudarles a conseguir.