Muerte de Carlos II y problema sucesorio
En diciembre de 1700 moría Carlos II, último representante de los Habsburgo españoles, sin sucesión directa. Ante esta situación había dos candidatos con amplias posibilidades para acceder al trono español: Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, favorito de la mujer de Carlos II, y Carlos de Habsburgo, archiduque austriaco hijo del emperador germánico, apoyado 'antes de su muerte' por Mariana de Austria y sus seguidores. Desde hacía mucho tiempo intrigas palaciegas habían procurado inclinar la Corona hacia uno de los dos. De hecho, mientras los partidarios del archiduque Carlos hacían valer su tronco familiar común, los de Felipe de Anjou 'encabezados por el cardenal de Portocarrero' alegaban otros derechos en razón del matrimonio de Luis XIV con María Teresa de Austria, hermana de Felipe IV y tía, por lo tanto, de Carlos II; así, desde ese punto de vista, por complicadas relaciones familiares, el rey de España era tío de Felipe.
Antes de su muerte, Carlos II, lento en sus decisiones pero seguro, había contemplado con auténtico horror los preparativos para el reparto del Imperio Español que se había concretado en un pacto firmado, en 1699, entre Gran Bretaña, Francia, Las Provincias Unidas y Austria. Era necesario que su sucesor tuviera algún poder aglutinador, además de un peso y apoyo específicos. Por ello se había decantado por Felipe de Anjou no sin antes haberle hecho renunciar a la unión de las coronas de España y Francia, y a enajenar cualquier parte del Imperio a terceros.
Inicio del conflicto
El nuevo rey, Felipe V, entró en Madrid en 1701. El pacto de 1699 saltó en pedazos y ante la formidable visión de una España y Francia aliadas se puso inmediatamente en marcha un novedoso sistema de alianzas internacionales, que finalmente relegaba pragmáticamente las guerras de religión al olvido: Gran Bretaña, Portugal, Las Provincias Unidas y el Imperio declararon la guerra a Francia y a Felipe V. La guerra se extendió rápidamente por todo el continente. Los catalanes, acérrimos enemigos de los franceses se sublevaron en favor del archiduque Carlos quien, en 1705, arribó a Barcelona organizando, desde allí, la guerra en la Península.
Aquel mismo año de 1705, a raíz de los sucesos de Barcelona, los territorios de la Corona de Aragón se pasaron en bloque a la causa austriaca. Comenzaba la guerra civil. Paradójicamente, muchos nobles castellanos 'frente a la gran mayoría de Castilla, que se manifestaba partidaria de Felipe V' se unieron al sentimiento austriaco mientras la aristocracia aragonesa hacía justamente lo contrario en contraposición con los deseos del pueblo. El clero sufrió sus escisiones: alto clero y jesuitas apostaron por el francés mientras que el clero bajo y las órdenes mendicantes se declaraban partidarios del archiduque Carlos.
Murcia como escenario bélico
Inicialmente el teatro de operaciones pareció desplazarse al sur-sudeste. En efecto, en Orihuela, el marqués de Rafal organizó una partida muy activa que, en Murcia, contó con el apoyo del alguacil mayor de la Inquisición y, en Cartagena, con el comandante de la flota de galeras. El primer golpe significativo fue la captura de Cartagena 'con ayuda de aquel último' por el almirante británico Lake. Luego cayeron en poder del marqués Elda, Novelda, Elche, Albacete, Chinchilla, Almansa y Alicante. En agosto, los proaustriacos se hallaban ocupando Espinardo. Esta amenaza directa contra Murcia obligó al obispo Belluga a ordenar la rotura de los diques del azud de la Contraparada y, así, inundar la huerta y defender la ciudad. La facción austriaca debió retirarse bajo una lluvia de fuego de huertanos y regulares apostados entre naranjos, limoneros y moreras. El 4 de septiembre de 1706 se libró la batalla del Huerto de las Bombas a las afueras de la ciudad de Murcia con resultado favorable a las huestes de Felipe V y obligando a los derrotados partidarios del archiduque a huir a Orihuela. La siguiente acción de guerra fue recuperar la ciudad de Cartagena tras vencer en la batalla del Albujón.
Una vez sometido el sur del reino, Belluga trató de apoderarse del norte del mismo aún ocupado por las tropas del archiduque, de este modo se llegó a la batalla de Almansa, en 1707, en que los borbónicos, bajo el mando del duque de Berwick, vencieron decisivamente.
Fin del conflicto y Tratado de Utrecht
No obstante, ni la batalla de Almansa, ni la conquista de Valencia, en 1710, logró asestar un golpe definitivo al pretendiente austriaco. Sólo con las victorias de Brihuega y Villaviciosa, en el mismo año 1710, la balanza se inclinó definitivamente hacia el rey. Dio, además, la casualidad de que ese mismo año moría el emperador lo que ante la posibilidad de que Carlos de Austria unificara todos los territorios Habsburgo empujó a sus aliados 'Gran Bretaña, Holanda y Portugal' a buscar la paz. Ésta llegaría en 1713 con el Tratado de Utrecht. Con este tratado, España perdía todas las posesiones europeas, esto es, Flandes, Milán y Cerdeña, que fueron a parar a manos del nuevo emperador, y el resto de las posesiones italianas, que pasaron a Saboya. Gran Bretaña retuvo Gibraltar y Menorca. Dado que Gibraltar permanece aún hoy día en manos británicas, el Tratado de Utrecht está considerado como el tratado más antiguo cuyas cláusulas siguen vigentes.
Finalmente en 1714, una vez ocupada Aragón y Cataluña, la ciudad de Barcelona fue tomada dando fin a la guerra.