El origen del guindo se encuentra en las riberas del Mar Negro y Mar Caspio, introduciéndose en Europa y Asia a través de las aves (responsables de la polinización) y por las migraciones del ser humano.
Los griegos, alrededor del siglo IV a.C., ya conocían algunas especies de esta planta, pero sería durante el Imperio Romano cuando el escritor y naturalista Plinio el Viejo haría referencia a la existencia de variedades silvestres de guindas o cerezas en la Península Itálica, así como a su cultivo tras la guerra contra el reino de Ponto en Asia Menor. En el siglo I d.C. serían introducidas por Roma en las Islas Británicas.
Propiedades nutritivas
El componente mayoritario de la guinda es el agua, proporcionando escasos niveles de calorías y un alto porcentaje de fibra e hidratos de carbono, en concreto fructosa.
Los componentes más destacados en la composición de esta fruta son los flavonoides, entre los que se encuentran los antocianos (responsables de su color) y polifenoles, con amplias propiedades antioxidantes.
Los minerales presentes en la guinda son el potasio, magnesio y calcio.
Producción actual
La producción de guindas actual permanece centrada principalmente en Norteamérica y los países del norte de Europa.
En el Viejo Continente Polonia, Hungría y Alemania se reparten prácticamente el 87% de la producción (más de 270.000 toneladas). También se dan plantaciones en otras zonas de Rusia, Italia, Francia y España, concretamente en la Península Ibérica existen producciones tradicionales en Extremadura, Andalucía y el valle del Ebro.
En la Región de Murcia, según datos oficiales, en los primeros años del siglo XXI se contabilizan en un mismo grupo las producciones de guindos y cerezos, alcanzando una media anual de 650 toneladas.