Proyectos de Alfonso X
Esperanza y riesgo, desventura y conformismo, son los puntos cardinales que ofrece el horizonte cartagenero en el siglo XIII después de una serie de disposiciones de Alfonso X propiciando su engrandecimiento y seguridad. No fue posible el propósito alfonsí porque el cambio de coyuntura impediría realizar proyectos, posibilitar actividades programadas y mantener aspiraciones que hasta entonces se le ofrecían por los cuatro vientos de su perímetro territorial y marinero: asentamiento de pobladores y repartimiento de tierras en su dilatado término jurisdiccional bajo la dirección de su concejo y ordenado por el fuero de Córdoba; restablecimiento del obispado y ubicación en ella de su capitalidad; creación y subsistencia de la Orden de Santa María de España y actividad marinera, comercial y corsaria desde su puerto, con proyección mediterránea y africana. Más otras perspectivas menores, aunque con base suficiente para pasar a ser importantes e incluso trascendentes, que no llegaron a ser de duradera efectividad
El (pobre) desarrollo de los proyectos
Cartagena conserva su condición de ciudad realenga en todo el transcurso del siglo XIII, porque tanto su tradición histórica, merecedora de toda clase de consideraciones, como la importancia de su puerto, eran valores en expectativa de un futuro esperanzador, que no acabaría de llegar.
En 1271 se produce el primer aviso oficial de una situación que empeoraba con rapidez, pues es el propio monarca quien encargaba a don García Martínez, obispo electo, de pugnen quanto pudieren de seruir la Yglesia e de poblar Cartajena, Y ésta es la principal causa, la falta de población, su natural disminución en los años anteriores ante los mayores atractivos que ofrecían Lorca, Murcia, Orihuela y Alicante con los repartimientos de sus huertas y mejores tierras. Intentó contrarrestarla Alfonso X 'El Sabio' con la concesión en exclusiva a los puertos de Cartagena y Alicante del embarque para Ultramar, con proyección militar y mercantil, pues el privilegio se dirige tanto a los maestres del Temple y del Hospital, como a los mercaderes. Pero el proceso histórico llevaba un derrotero contrario y la falta de nuevas iniciativas, de población, de medios y de seguridad, dejó sin efectividad tales perspectivas y sueños. El traslado de la capitalidad de la diócesis, solicitado desde los días del fallecimiento del obispo fray Pedro Gallego, y que tiene aprobación oficial en 1291, pone fin a una etapa de gradual degradación.
La exposición pontificio es eco, pero también reflejo de una realidad: civitas Carthaginensis in loco sita dinoscitur propter mare Mediterraneum fretum infidelium feritari vicino, a christiano quoque incolatu semoro, quod ipsi et cives Carthaginenses Agarenorum et aliorum etiam, qui sub velamine tituli christiani laxant ad injurias manus suas, vexati insultibus, ingressum et regressum ad civitatem impsam liberos non habentes, prerumque gravia dampna in personis et rebus incurrunt; populus quoque Carthaginensis diocesis similiter protper viarum discrima, que ex inepta prefati loci dispositione crebrius suscitantur, nequaquam nisi forsan gressu interdum clandestino, vel cum ducatu comitum competenti, adite civitatem eandem presumunt; unde et hiis et aliis variis incomodorum articulis predicte civitatis habitatio fidelium quieti adeo redditur onerosa, quod ibidem brevis habetur numerus incolarum, et predictus populus turbatur vehementer et redditur Carthaginensi Ecelesie indevotus .
Todavía en 1295 Cartagena, como concejo de realengo, es uno de los firmantes de la Hermandad que se constituye en el reino de Murcia siguiendo las coordenadas que habían motivado la creación de semejantes hermandades en toda Castilla. Y el poder que el concejo otorga a sus representantes en la Hermandad, sus vecinos Juan Nicolin y Baldovin de Sant Donat es el único testimonio que nos queda de esta clase de documentos. Casi de inmediato, en el primer semestre de 1296, tiene lugar la intervención aragonesa y ocupación sistemática del reino murciano por Jaime II.