La Carthago Nova Alto Imperial fue una bulliciosa urbe volcada en las actividades comerciales de su magnífico puerto, la explotación de las minas circundantes, la elaboración de garum y salazones en los establecimientos fabriles ubicados en la isla de Escombreras, así como el cultivo de los extensos campos de esparto conocidos en todo el Estado Romano como los más importantes de Hispania.
En el interior de la ciudad, las tabernae o tiendas especializadas vendían todo tipo de artículos para el abastecimiento local, mientras que en los talleres se elaboraban ánforas cerámicas, capazos de esparto, joyas y adornos personales, prendas de vestir, etc.
Las actividades mineras
Entre los oficios más destacados de la Cartagena romana, en virtud de su peso en la economía local, se encontraban aquellos relacionados con la minería.
Los mineros eran los encargados de extraer la galena argentífera, de la que se obtenía plomo y plata para su exportación. En las cercanías del sector central de la sierra situada entre Cartagena y Cabo de Palos, se hallaban enclaves en los que se individualizan zonas residenciales junto a espacios destinados al lavado del mineral y en algunos casos a la fundición.
Hasta el siglo I, las sociedades privadas de 'negotiatores' controlaban la explotación de estos yacimientos, logrando un importante papel social y político en la ciudad. A partir de entonces fueron los funcionarios imperiales, llamados 'procuratores', los encargados del control directo sobre las minas, arrendándolas a particulares.
El estudio de las cartelas de los numerosos lingotes de plomo descubiertos hasta el momento, ha permitido conocer la existencia de más de una decena de familias que, en el entorno de Cartagena, controlaba la explotación minera, tales como los Aquini, Messi, Planii o Atelli, muchos de los cuales ostentaban al mismo tiempo los principales cargos públicos de la ciudad.
La joya del mar: el garum
La producción de salazones también gozó de gran importancia en Carthago Nova, especialmente la elaboración de la salsa garum, un artículo considerado de lujo que se exportaba a todas las grandes metrópolis del Mediterráneo.
Los romanos elaboraban el codiciado producto en instalaciones fabriles, como las halladas en Los Nietos y en Escombreras, donde se realizaba el proceso de maceración y fermentación de vísceras de pescados como la caballa o el escombro, necesario para la obtención de la mítica salsa. Para este tipo de pesca selectiva, probablemente se utilizó la técnica de las almadrabas.
La importancia de esta actividad posibilitó la creación de asociaciones o collegia, como documenta una inscripción encontrada en la ciudad, en la que los pescadores y revendedores de pescado consagran un monumento a Mercurio y a los Lares Augustales, a principios del siglo I.
Cultivo y elaboración del esparto
Los agricultores de Carthago Nova cultivaban los campos de los alrededores de la ciudad, donde se extendían enormes superficies de esparto y cebada, principalmente, además de cultivar productos hortícolas y frutales.
Estrabón al describir el conocido como Campus Spartarius, destaca el aprovechamiento que en él se hace de la muy abundante especie de esparto, que servía para tejer cuerda con la que confeccionar capazos, sandalias, gorros, velas de barco, aperos, etc.
La existencia de algunas bases de prensa procedentes de yacimientos rurales, señala la presencia en Carthago Nova de una producción de aceite y vino destinada a cubrir la demanda de los mercados locales.
Comerciantes y artesanos
El comercio al por menor alborotaba las calles principales de Carthago Nova y se encargaba del abastecimiento local de todo tipo de artículos necesarios para la vida cotidiana. Este mercadeo se realizaba tanto en tiendas lujosas como en tenduchos y puestos al aire libre de vendedores ambulantes.
Generalmente las tiendas y establecimientos industriales o artesanos del mismo gremio se agrupaban en determinadas calles, a las que daban nombre: taneros (fullones), tintoreros (tinctorii), curtidores (coraii), zapateros (sutores), sastres (vestiarii), orfebres (aurifices), etc.
En las grandes panaderías o tahonas, junto a los panaderos (pistores), trabajaban los molineros (molinarii), triturando el pan en muelas accionadas por burros o bueyes y cociéndolo en los hornos, para obtener los diferentes tipos de pan romano, determinados por su composición, forma y función.
Hay que destacar el oficio de los alfareros (figuli), puesto que de su torno salían lámparas, jaulas y hasta billetes de entrada para los torneos de gladiadores, así como vasijas, ánforas y otros recipientes cerámicos en los que almacenar y transportar alimentos y bebidas.
Además, en la ciudad y, especialmente en el puerto, era habitual la presencia de los horrea o almacenes, donde los romanos guardaban cereal, vino o aceite en grandes tinajas empotradas en el suelo.