La Banda se vio en algunas ocasiones con una importante vacante: la de su máxima figura. La ausencia en algunas etapas de la figura del Director tuvo que suplirse con la colaboración especial de algunos músicos locales, que, a tenor de sus resultados, hicieron su labor con mucha dignidad. Éstos contribuyeron con total entrega a mejorar y dignificar la labor de la Banda en periodos de nulidad directiva. Hablamos, pues, de hombres y de mujeres que, armándose de fuerza y de energías renovadas y renovables, afrontaron el momento con ímpetu y con expectativas evolutivas hacía lo que llegaría a ser un gran proyecto musical. Sin intención de olvidar a nadie, y valorando de forma equitativa su actividad, rememoramos la figura de algunos de los músicos y personalidades que pusieron su granito de arena para favorecer y apoyar el camino de la Agrupación Musical, como, por ejemplo, hicieron Patricio Barceló Sánchez, Antonio Manzanares (apodado familiar y amistosamente como "El Pina", y del que guardamos un gratísimo recuerdo), Francisco Barceló Pardo ("El Palomo") o Antonio Pérez Cánovas ("El Chilares"). La fila de personas a las que la Banda debe no solo su existencia, sino igualmente su razón de ser y su idiosincrasia, es enorme, anónima, como la vida misma, y a ellos desde estas letras, con esta obra, rendimos homenaje. Somos herederos de su orgullo, de su saber estar, de su impronta, de su belleza interior, de su infatigable lucha por salir adelante, de su convencimiento de que había que cultivar la música como muestra de que en la Tierra se puede disfrutar de una parte del Paraíso.

Por lo tanto, no debemos poner en el olvido aquella larga retahíla de nombres no mencionados, ya que promover y conseguir que perdure en el tiempo una asociación de estas características no es tarea individual sino corolario grupal, como parece evidente en tantos órdenes de nuestras vidas. Varios fueron los músicos locales que pasaban sus horas en la academia o en las casas particulares educando a los interesados en este arte, que no sólo consistía en una distracción, sino que era, y es, un incentivo de crecimiento personal e intelectual al estimular el cerebro y brindar la oportunidad de creación y de cooperación en un proyecto común.

En el año 1949, nuevamente renace esta formación artística, con la elección de una flamante Junta Directiva, que contrata al Director Don Luís García, cuya permanencia al frente de la Banda fue muy corta, adquiriendo un año más tarde este cargo Don Ricardo Cano Cano, que estaría en Beniaján como maestro hasta el 1958. Este último, contemplando la situación de la banda, optó por destinar y concentrar todas sus energías y ambiciones en su reciclaje y mejora. Así, y con estas miras de futuro, Don Ricardo Cano Cano llegó a conseguir un total de 55 muchachos jóvenes -sabia nueva-, que conformarían la nueva plantilla. Ésta sería una de las etapas más esplendorosas que, hasta el momento, había vivido el pueblo en lo referente a la materia musical.

El maestro Cano trabajo y luchó por la creación de la Banda, y pronto consiguió un variado y enorme repertorio con el que no le faltaron halagos y felicitaciones por el maravilloso sonido que brindaba su trabajo. Su esfuerzo se vio premiado en 1952 en el Certamen de Bandas de Cieza, obteniendo en éste el Segundo Premio de la competición principal, así como el Primer Premio en Pasodoble. Asimismo, debemos reseñar el concierto que acogieron las instalaciones del Teatro Romea, en colaboración con el Orfeón murciano Fernández Caballero, el 24 de abril de 1955, ganando el Tercer Premio y el Primero en Pasodoble en el Certamen de Bandas de Murcia que, a nivel regional, se celebró aquel año.

A D. Ricardo Cano le sucedió el maestro D. Ricardo Escribano, un gran músico que, por circunstancias de su edad, poco tiempo pudo estar al frente de la banda. A este último le sucedió, durante también un tiempo corto, el joven músico de Calasparra D. Rodolfo Galindo, quien, al poco de dejar la banda, falleció. Fue una etapa lúgubre en este sentido. Se fueron de nuestro lado personas excelentes, que dieron -debemos subrayarlo- todo lo mejor de sí mismas por esta formación, aunque, como decimos, lo hicieron efímeramente.

Entre 1968 y 1971 se vivió otro periodo de incertidumbre para la Banda. Un grupo de 25 músicos, llevados por su inquietud por la música, se uniforman y reparan los instrumentos de los que disponían, y ofrecen algunas actuaciones en la ciudad portuaria de Cartagena, donde fueron homenajeados especialmente en el concierto que se ofreció en reconocimiento de la labor realizada por Ricardo Cano. Estamos, por concretar, en el año 1969.