Beniaján, cuna de c
Con las mismas ilusiones.

Todavía en nuestros días perduran algunas de aquellas antiguas bandas de música que ponían y continúan coloreando de notas la tradición músico-artística de pequeños pueblos. Nos emparientan, sin que vacilemos al decirlo, con la labor de aquellos ancestros que supieron ver con claridad meridiana que la música descubre lo mejor del ser humano. En nuestra región de Murcia, en este sureste español nuestro, el claro ejemplo de esta situación lo ilustra la Banda de Música de Beniaján.

Es ésta una población de excepcionales ciudadanos y ciudadanas que ha crecido junto a la capital con mucho tesón y esmero, con el trabajo, el sudor y la seguridad de aquellos y aquellas que conocen y saben que se sale adelante cuando defendemos valores universales, como los que representa la música. Este municipio del sudeste engendrado dentro de la fértil Huerta murciana, ubicado a tan sólo 6 kilómetros de la capital, nace entre las sierras de Columbares y de la Cresta del Gallo. Entre montañas y huerta encontramos el agrario municipio de Beniaján, con una gran variedad de patrimonio rural, cultural y humano: sus parajes y sus rincones inéditos caracterizados por la esencia que embauca sus calles. Descuellan lugares como "El Palacete de Pelegrín", que, en la actualidad, acoge al Consistorio Municipal, y que data de principios del siglo pasado, o el "Casino Agrícola", un centro sociocultural fundado allá por el 1923 y que sirve de punto de encuentro para muchos de los vecinos. Tampoco podemos olvidar el "Ecomuseo Gastronómico y Barracada del Azar", o algunos de los importantes yacimientos que rodean la zona de Beniaján, sin dejar a un lado las maravillosas zonas verdes como "El Parque de Carrascoy".

Con remotos antecedentes, por este pueblo en la falda de la montaña dejó su huella la civilización argárica, en los ignotos tiempos que podríamos situar más o menos en el 1700 a. C, configurando el primer referente de vida humana en esta zona. Así, "El Puntarrón Chico" constituye uno de los yacimientos más importantes de la zona. Los íberos y romanos también pasaron por estas tierras, aunque más tarde, y serían éstos últimos los que ocuparían las zonas más bajas de la pantanosa vega del río Segura, creando vías de comunicación y poblados: Vilanova, es uno de los primeros poblados en surgir, y que con el devenir del tiempo dará origen al pueblo de Beniaján, con la lógica sucesión temporal.

Una extensa red de acequias, para distribuir el agua del Guadalentín y del Segura, estructuraría el paisaje de cítricos, frutales, palmeras y un sinfín de árboles más propios de un vergel y, en todo caso, producto de la invasión musulmana. Éstos serían los primeros pasos dentro de los sistemas de regadío de la Huerta Murciana. Los musulmanes, tras su llegada, aprovecharon lo que hallaron y sacaron partido a las posibilidades de la zona, en muchas partes una laguna. Así, hicieron resurgir del valle algunas aldeas. Esto fue precisamente lo que sucedió con Vilanova, conocida desde entonces con el nombre de Benihayzaram. Precisamente este pueblo, el Beniaján de los musulmanes, pasaría a convertirse ya en uno de los más pujantes y productivos de toda la vega. Esta tendencia se ha mantenido desde entonces prácticamente de manera ininterrumpida.

Tras la Reconquista, en el siglo XIII, Beniaján y todas sus tierras pertenecían a la Corona, mientras que las familias nobles seguían explotando las fértiles huertas de este valle ubicado a los pies de unas históricas sierras.

Tres siglos más tarde, se convierte en uno de los pueblos más importantes, llegando a alcanzar autonomía propia localizada en el ayuntamiento capitalino. Una autonomía que estaría supeditada al inevitable devenir de las convulsiones sociales y políticas de cada momento, de cada período.

Entre el XVII y XVIII, todo el Reino de Murcia se rodea de gran esplendor derivado del auge del comercio de la seda que concluirá con un incremento demográfico en la comarca y con el enriquecimiento de la población. Un ejemplo de ello es la magnífica construcción del templo arciprestal de San Juan Bautista, una auténtica joya y una de las edificaciones más destacadas de la huerta murciana.

En los años en los que aparece el Cantonalismo, esta localidad consigue de nuevo la independencia. En esta época, la mayoría de los "beniajanenses" apoyaba a Antonio Gálvez Arce, máximo representante de este revolucionario movimiento político en el Levante español. Antonio Gálvez embarcó su vida en defensa del murcianismo a nivel nacional, y debido a su influencia en este municipio los "beniajanenses" también lo hicieron, convirtiéndose en bastiones de este movimiento.

En el siglo XX, el ferrocarril llega a la Región, y aparecen nuevas industrias dedicadas especialmente a la agricultura. Así, se desarrollará la exportación hortofrutícola a niveles internacionales, en paralelo con otras facetas que caracterizan el atractivo de este pueblo del sudeste murciano.