Un vistazo a la Murcia que conoció la reina Isabel
El reinado de los Reyes Católicos se caracteriza por ser una época de renovación 'es la época del Renacimiento'. Una renovación arquitectónica que es lenta porque se continuaba viviendo en casas de corta y severa fachada y amplios patios. Se mantienen estrechas calles y azucaques, que incluso se podían cerrar de noche y se les permitía tener toda clase de animales, incluso mayores, porque hasta fechas cercanas estaba prohibido que pernoctaran en la huerta.
La población se dejaba ver en las calles más céntricas, con sus comercios y obradores, en parte con porches o cubiertas que les ampliaba el taller y les cubría del sol o lluvia. Calles denominadas por el mayor número de tiendas u obradores del mismo oficio, porque le vida se desarrollaba preferentemente en la calle. Era época de carros y carretas y unos a caballo o acémila, pocos en andas y los más andando transitaban por ellas.
Había entonces pocas plazas, la central, la de Santa Catalina se quedó pequeña para siempre sin que los intentos posteriores pudieran convertirla en la deseada plaza mayor. De aquí la utilización de la del Mercado (hoy Sto. Domingo), que si bien se encontraba fuera de las murallas, tenía una gran utilidad para toda clase de actos.
Se asiste a un crecimiento de zonas extraurbanas: San Antolín, San Andrés, San Miguel etc. barriadas con plazas diversas, abundancia de mesones y tablas propicias para la vida picaresca.
Desde mediado el siglo XV es bien perceptible el aumento de población en la capital, que iría acrecentándose con el paso del tiempo. Aumenta desde entonces una mayor expansión hacia el campo, aumento de cultivos y explotación de tierras olvidadas durante siglos: es todo el campo de Murcia hasta los límites de Cartagena, las vertientes de Carrascoy, Pacheco o Corvera, Churra y un largo etc., si bien todos los nuevos propietarios siguen siendo vecinos de la Capital.
Un padrón de julio de 1488 ofrece un número de vecinos, de bienes e incluso de bestias muy detallado. Lo encabeza San Antolín, con 254 vecinos; sigue Santa María, 201; Santa Eulalia, 180; San Juan, 182; San Pedro, 153; Santa Catalina, 136; San Nicolás, 119; San Lorenzo, 110; San Bartolomé, 90; San Miguel, 15; San Andrés, 12; Moros y judíos, 204; Puebla de Soto, 40; Caseríos de los Arróniz, 18; Fortuna, 15 y otras pueblas, 25. Un total de 1.750 vecinos, y si le aplicamos el coeficiente 4,5 nos da la suma de 7.875 personas.
Horario de la vida cotidiana de la ciudad
La vida cotidiana se ordenaba por los toques de campana que regía el horario en la ciudad. Prima, cuando quebraba el alba y repique durante una hora por la salida del sol y comienzo del trabajo. Media o tercia, hora de la comida y nona, a media tarde, víspera de la puesta del sol. Por la noche vigilancia del alguacil y salidas autorizadas por su trabajo o concesiones concretas y conocidas; en esas horas estaba prohibido portar armas.