Un reducto de alegría en un tiempo de zozobra
Pero la guerra civil dio al traste con muchas cosas y entre ellas la música, la actividad estudiantil y por supuesto la Tuna que no retomó su actividad hasta junio de 1939. La Internacional fue sustituida por el Himno Nacional, en lugar de estar encuadrada en el FUE, se hizo franquista y quedó integrada en el SEU y, como las golondrinas de la poesía de Bequer, regresaron también las madrinas, pero en esta etapa su elección no quedó constreñida al ámbito capitalino sino que se las elegía de entre las familias acomodadas de las localidades que se visitaba; así las hubo de Lorca, Abanilla, Totana, Espinardo, Blanca, Elche u Orihuela...
Hasta ahí las diferencias porque lo esencial en la Tuna no cambió con el régimen: los viajes continuos, la alegría de sus jóvenes integrantes, sus fines solidarios y altruistas permanecieron como seña y marchamo de identidad y autenticidad.
Reorganización 1952/59
Nada más comenzar la década de los cincuenta, concretamente en 1952, se produce una importante reorganización. También es el momento en el que comienza a actuar en la radio y a dar serenatas en colegios mayores femeninos.
Cartagena fundó su propia tuna universitaria al año siguiente (1953): una réplica exacta de la murciana en cuanto a funcionamiento y objetivos. Contra lo que pueda suponerse, no se llevaron mal, más bien al contrario, incluso llegaron a viajar juntas en Madrid en 1954 para participar en el Concurso Nacional de Tunas y juntas regresaron recorriendo los pueblos de La Mancha; hasta llegaron a nombrar a la misma madrina en años diferentes. La agraciada fue una tal Loli Soler que ostentó el galardón en Murcia durante 1952 y en Cartagena en 1959.