La cultura ibérica comprende una serie de pueblos de la Segunda Edad del Hierro, que ocuparon los territorios costeros entre el río Herault, en el Sur de Francia, y Andalucía Oriental entre los siglos VI-I a.C. y que los historiadores de época clásica referirán como tribus ibéricas con un sentido geográfico. Es en el área del Sudeste de la Península, actuales provincias de Alicante, Murcia, Sur de Albacete y Jaén, donde los caracteres culturales ibéricos se plasmarán de una manera más nítida.
Organización política y religiosa.
Los íberos nunca tuvieron una estructura política unitaria, siendo la organización básica un gran poblado alrededor del cual se articulaban otros de menor entidad. Por lo general, los hábitats se ubicaban en altura, dotados de muralla defensiva; tendían a colocarse dominando o próximos a las vías principales de comunicación del territorio. Al frente se encontraba un rey o reyezuelo, rodeado de una pequeña aristocracia local, que a su vez regiría cada uno de los poblados satélites.
Cada gran conjunto solía disponer, a su vez, de un centro religioso, conocido como santuario, lugar donde el clero ibérico aceptaba las donaciones y ofrendas que los feligreses y devotos indígenas aportaban. Hay varios tipos de santuarios; algunos de ellos de carácter local, situados incluso dentro de los poblados a modo de pequeñas capillas ubicadas en una casa. Sin embargo, los grandes santuarios de carácter panibérico podemos situarlos tanto en el área de Despeñaperros, en Jaén (Collado de los Jardines y Castellar de Santisteban), como en las cercanías de Murcia (Eremitorio de Nuestra Señora de la Luz). Un santuario de este tipo podría estar ubicado en la Cueva Negra de Fortuna. En estos casos, el culto vinculado a la naturaleza se articula en torno a cuevas o abrigos rocosos, donde los feligreses entregan sus ofrendas que, en muchos casos, son exvotos en bronce de hombres, mujeres e incluso animales de los que se hacen cargo los sacerdotes ibéricos.
En nuestra Región se documenta la construcción de una pequeña ermita o templo sobre la topografía natural como monumentalización del complejo, reconociendo su importancia y valor sagrado (Nuestra Señora de la Luz en La Alberca y La Encarnación de Caravaca de la Cruz). Un caso semejante y de enorme interés está representado por la Cueva Negra de Fortuna, donde se ha mantenido una romería hasta hace pocos años.