El paisaje huertano I
La situación descrita por el profesor Flores Arroyuelo que recogemos en la cabecera de este artículo, veinticinco años después, se ve agravada. Basta darse un paseo por el Paseo del Malecón, la Mota del Río o por alguno de los carriles de la huerta para darse cuenta de que cada vez hay menos bancales cultivados y más abandonados a su suerte, incultos, cubiertos por la maleza u ocupados por el asfalto y los ladrillos. En los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, merced a la política hidrológica desarrollada por los sucesivos gobiernos de Franco, se convirtieron en regadíos antiguos campos de secano e incluso tierras marginales o ganadas al monte bajo por todo la geografía española. Este fue el caso, en la Región de Murcia, de lo que sucedió con el Trasvase Tajo-Segura, que posibilitó el que miles de hectáreas del Campo de Cartagena, con un suelo óptimo para ser cultivados pero tradicionalmente de secano, pasasen a ser cultivadas de manera intensiva con una alta rentabilidad económica. Mientras esto sucedía, la huerta tradicional comenzaba un lento declive motivado por la pérdida de valor de los productos que de ella se obtenían. El pequeño tamaño de las explotaciones agrícolas y ganaderas, la creciente reducción de los caudales de agua disponible para riego o la pérdida del valor económico de los productos agrarios son algunas de las causas que hacían cada vez más difícil el poder vivir de estas tierras , lo que obligó al que sus habitantes buscasen alternativas. Sólo unos pocos huertanos, vinculados a la tierra las más de las veces por la necesidad o por la querencia, han seguido cultivando la tierra de una manera tradicional, para autoconsumo o para venta en mercados locales. |
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Autor: © Julio Pedauyé Ruiz