Nace Saavedra Fajardo en la localidad de Algezares en el año 1.584, de una familia de estirpe noble, emparentada con los famosos Marqueses de los Vélez. Estudió en Salamanca desde 1.600 a 1.608 Derecho y Cánones. Esta preparación le habilita para el ejercicio de la diplomacia, y marcha en 1.610 a Roma, donde permanece por espacio de 20 años. Es en Roma donde se inicia en las habilidades de la diplomacia y comienza su faceta de escritor.
En el año 1.633 se traslada a Baviera, territorio en el centro de la contienda de la Guerra de los Treinta años, como Residente en la corte de Maximiliano de Baviera, líder de la Liga Santa, unión de las fuerzas favorables al Emperador alemán Fernando II y al catolicismo. Se encuentra, pues, Saavedra en el ojo del huracán político y militar. En este contexto ofrece sus mejores habilidades a la Corona española, para influir de la manera más favorable a los intereses de Felipe IV.
En 1.636 fallece el emperador Fernando II, y tiene lugar la Dieta de Ratisbona para la elección de sucesor, donde Saavedra acude como representante de España. La actividad diplomática de Saavedra se intensifica a partir de ahora, en que se inicia la parte más dura para la Corona española con la declaración de guerra de Francia en 1.635 y las sucesivas derrotas de las tropas españolas.
Entre 1.635 y 1.648 se suceden los periodos de guerra con varios intentos de solución por medio de tratados. En gran parte de los tratados intervino Saavedra defendiendo los intereses de España como ministro plenipotenciario. Le toca a Saavedra lidiar con uno de los periodos más amargos de la historia de España, el de la perdida no solo de posesiones territoriales, sino de la hegemonía del Imperio Español en Europa, del que fue protagonista directo como hemos visto. Tras la firma del tratado de Munster, Saavedra regresa a Madrid enfermo, y fallece el 24 de agosto de 1.648.
De su trayectoria como diplomático sacó una gran cantidad de vivencias y conocimientos que plasmó en su faceta de escritor. Su obra se dirige a la crítica política, pero no desdeña adentrarse tímidamente en la poesía o la crítica literaria. Destaca la Idea de un príncipe político cristiano, representada en cien empresas, donde se hace una idealización de lo que debería ser un príncipe y las soluciones más apropiadas para resolver los conflictos que se le plantean, valiéndose para ello de empresas o emblemas, dibujos simbólicos en los que se contienen las enseñanzas.
Otras obras suyas son República Literaria obra de crítica literaria, Corona Gótica, en la que intenta relacionar a las coronas Sueca y Española por medio de sus ancestros comunes, los godos, en pleno Tratado de Munster ; y Locuras de Europa, obra póstuma.
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