Descripción arquitectónica de la Colegiata de San Patricio
En recuerdo y conmemoración de la victoria alcanzada en la batalla de los Alporchones, en el año 1452, el 17 de marzo, festividad de San Patricio, y, sobre todo, por el deseo de que se contara con un templo de magnitud e importancia que diera a la ciudad mayor nobleza y lustre, el Concejo lorquino activa cuantas gestiones eran precisas para la erección de una Colegial ya decidida en la segunda década del siglo XVI.
En 1533 se consigue de Roma -con la ayuda del Deán Sebastián Clavijo, su primer Abad, permiso para, sobre la iglesia de San Jorge, ir construyendo este espacioso templo de estructura catedralicia.
En 1535 se trabaja en su cabecera bajo la dirección del maestro mayor del Obispado el gran arquitecto renacentista Jerónimo Quijano. A él debe su planta, muy parecida a la de la catedral de Murcia, de tres naves, crucero, deambulatorio, coro y sacristía sobre la que se alza la torre de forma poligonal.
Al finalizar el siglo se había construido más de un tercio del templo pero la escasez de rentas en la centuria siguiente aminoraron el proceso constructivo hasta que la mejor coyuntura económica de finales del s. XVII permitió, con la ejecución de su grandiosa fachada, cerrar las bóvedas de arista de sus naves, dándose por concluido en 1710.
De estilo renacentista -salvo las bóvedas de crucería de la girola y el trascoro-, de un renacimiento puro y sobrio que recuerda un tanto las obras granadinas de Siloé -por ejemplo, los pilares con las pilastras adosadas y capiteles jónicos-, ofrece un acento general de desnudez y sólida austeridad.