Ubicado sobre un cerro desde donde se domina toda la ciudad, se encuentra la fortaleza de Caravaca de la Cruz, reconvertida en Santuario durante el reinado de Felipe III.
En él, se distinguen dos partes claramente diferenciadas: la Zona Amurallada y el Santuario. Sus murallas, reforzadas en varias ocasiones, tenían la misión de vigilar y defender el amplio sector fronterizo con el reino de Granada.
De su historia merece la pena destacar que, después de sufrir los avatares de las luchas de los Fajardo, así como las distintas reparaciones y restauraciones, poco queda que nos pueda recordar a la antigua fortaleza que sirvió de fuerte y bastión de defensa. A partir del siglo XVII -y tras adaptar parte de las dependencias de la fortaleza- se construyó el Santuario, comenzado en 1617 y concluido en 1703.
De traza renacentista, destaca su fachada churrigueresca realizada con mármoles de la comarca. En él se encuentra la Santísima Vera Cruz de Caravaca y obras como los Oleos sobre tabla de Hernando de Llanos. El conjunto fue declarado monumento histórico-artístico de carácter nacional en 1944.