En el mismo día de la riada, José Martínez Tornel, director de El Diario de Murcia, puso en marcha una campaña benéfica para recaudar dinero y recoger ropa para los afectados por la inundación. Es difícil que Tornel pudiera llegar a imaginar la gran repercusión que iban a tener sus suplicas.
El 18 de octubre, El Imparcial, que en aquella época estaba considerado como el periódico más importante de España, envió un corresponsal a Murcia, abrió una suscripción para recaudar fondos y publicó varios artículos con el fin de sensibilizar a la ciudadanía y llamar a la colaboración del resto de periódicos. Siguiendo el ejemplo de El Imparcial, otros diarios como El Globo, La Correspondencia y El Liberal enviaron corresponsales a Murcia. Por otra parte, Abelardo de Carlos, director de la revista La Ilustración Española y Americana, se puso en contacto con Rafael Almazán para que éste encargara un reportaje gráfico a un fotógrafo de la ciudad. Las imágenes fueron realizadas por Juan Almagro, quien plasmó un espectacular reportaje fotográfico que sirvió como modelo a los grabados que publicó dicha revista. Las ilustraciones aparecieron en el reportaje en el ejemplar correspondiente al 30 de octubre y fueron las únicas imágenes de la catástrofe que vieron la luz en la prensa de la época.
El 31 de octubre, con el fin de coordinar las ayudas de la prensa, se creó la Junta Central de Socorros presidida por Antonio Hernández Amores, director de El Semanario Murciano. Esta junta estaba formada por los directores de los periódicos murcianos existentes y por los corresponsales venidos de Madrid.
Como prueba de gratitud, el Ayuntamiento de Murcia le dedicó una lápida en el salón de sesiones a El Imparcial, El Globo y La Correspondencia de España. Además, La Gaceta (hoy Boletín Oficial del Estado) realizó una invitación a todos los municipios de España, para que abrieran suscripciones para ayudar a los afectados. Este llamamiento tuvo un éxito resonante. Durante cinco años estuvieron llegando donativos de todas partes de España. Los últimos en ser aceptados fueron 1.500 pesetas que el 9 agosto de 1884 envió una persona residente en el Puerto de Santa María y 30.408 reales que ese mismo año recaudó el obispo de Murcia en una rifa benéfica.
Información elaborada por Juan Antonio Garre Clemente