Don Pedro Fajardo de Zúñiga y Requesens (1602-1647)
La relación de la ciudad de Mula con la familia Fajardo transcurre a lo largo de varios siglos, comenzando a partir de los años de repoblación cristiana del territorio, que coincide con la irrupción de este linaje, fundamental por su implicación en muchos de los acontecimientos históricos de Murcia y Almería desde la Edad Media.
Esta relación comenzó cuando el rey Juan II, en septiembre del año 1430, dona a Alonso Yánez Fajardo, Adelantado del Reino de Murcia, la villa de Mula para que constituya un señorío en ella.
La obtención de los Fajardo del marquesado de los Vélez se produjo cuando la Reina Juana, hija de Isabel la Católica, concedió el título por primera vez a D. Pedro Fajardo Chacón en el año 1507. La familia de los Fajardo surgía entonces sin tener bienes reconocidos en Castilla.
Sería el Castillo almeriense de los Vélez una de las primeras referencias monumentales de esta familia, mientras que en Mula en el siglo XVI Pedro Fajardo mandaría construir la fortaleza, concluida en 1524, que aún hoy día se puede visitar y admirar.
Mientras que los primeros sucesores de Pedro Fajardo estuvieron plenamente vinculados a la ciudad de Vélez Blanco, sería el V Marqués, Pedro Fajardo de Zúñiga, el que trasladaría la residencia de la familia a la ciudad de Mula. A partir de entonces la familia rompería gradualmente su relación con Vélez Blanco para vincularse cada vez más a Murcia.
La vida de este marqués de los Vélez estuvo plenamente ligada a la carrera diplomática y militar. Fajardo de Zúñiga fue bautizado en Mula el 16 de julio de 1602, casándose dos veces, una con doña Ana Girón, hija del duque de Alcalá y otra con doña Mariana Engracia de Toledo, hija de Fernando Álvarez de Toledo, acontecimiento festejado en 1633.
Sirvió al rey Felipe IV en la batalla de Fuenterrabía como General, luchando contra las tropas francesas comandadas por Enrique de Borbón. Se cuenta la anécdota de que en esta batalla el marqués utilizó los cañones que se guardaban en el palacio familiar de Vélez Blanco desde que fue construido por el primer Marqués. Pedro Fajardo fue felicitado por el Conde Duque de Olivares en nombre de la corona, Pasando entonces a presidir las cortes de Daroca.
Tras la revuelta de Cataluña de 1640, que incluyó el asesinato del Virrey Santa Coloma , se nombró a D. Pedro, comandante de las fuerzas que tratarían de recuperar Barcelona. Pero la campaña resultó ser un fracaso. Este hecho fue un importante punto de inflexión en la vida del Marqués, ya que perdió la confianza de la Corona y el Conde Duque de Olivares le ordenó un traslado inmediato a Italia, sin un puesto fijo.
En 1641 el Marqués estaría entre Roma y Nápoles hasta que en el 10 de diciembre el Consejo de Estado le encomendaba la embajada de Roma. Ya establecido en la ciudad eterna, el marqués de los Vélez comenzó una labor diplomática destinada, sobre todo, a conocer los movimientos diplomáticos y relación de Francia con la Santa Sede, pues el conflicto entre la corona española y la francesa continuaba.
Pero el enfrentamiento no se hizo esperar, hasta el punto de que don Pedro llegó a tener una fuerte discusión con el obispo de la diócesis portuguesa de Lamego, acusándolo de estar en connivencia con Francia y en contra de los intereses españoles. Desafortunadamente el obispo falleció poco tiempo después de este encontronazo con el Marqués, por lo que este tuvo que retirarse a Nápoles, aunque sin dejar de interesarse por tan fatal acontecimiento.
Las sospechas de don Pedro resultaron ser ciertas, Francia, con el apoyo de Venecia, el duque de Parma y el de Módena, conspiraban contra España con el plan de invadir los Estados Pontificios y conseguir el apoyo de la Santa Sede.
En 1643 don Pedro es nombrado Virrey de Nápoles, desde don haría esfuerzos por aprovisionar de grano a la Península y frenar el decaimiento económico que estaba siendo acompañado por una crisis política que derrocaría el régimen de Olivares.
El marqués de los Vélez viviría los momentos más duros previos a la rebelión de Nápoles de 1647, cuando ya estaba decidida su vuelta a España, (pues el Consejo de Estado había decidido convocar a Nápoles al duque de Alba para sofocar la agitación), le sobrevino la muerte en Palermo el 3 de noviembre de 1647.