Originadas por la acción de procesos geológicos endógenos (metamorfismo) sobre un material litológico preexistente (ígneo, sedimentario o metamórfico). En su génesis son fundamentales: el tipo e intensidad de presión, que soportan los materiales petrológicos (que condiciona principalmente la textura de la roca y en segundo lugar la formación de algunos minerales), la temperatura (que condiciona fundamentalmente la transformación de unos minerales en otros y en menor medida algunas texturas) y la composición de la roca original.
La única limitación importante, es que todas las transformaciones mineralógicas, texturales y estructurales tienen que darse en estado sólido, aunque puede existir una circulación de fluidos intersticiales. En el caso de que se de la entrada de fluidos hidrotermales, el proceso se llama metasomatismo.
El metamorfismo se clasifica según la influencia de la presión y la temperatura y cada clase genera unas rocas típicas. En el metamorfismo de contacto influye la temperatura, dando rocas con minerales no orientados. Metamorfismo dinámico, cuando es la presión el principal factor, por ejemplo las rocas asociadas a fallas, las cataclasitas. Metamorfismo de impacto, generado por la caída de meteoritos. Aunque el metamorfismo más importante por su extensión es el metamorfismo regional, en él influye tanto la presión como la temperatura, se divide en grados y da rocas tan comunes, de menor a mayor grado, como las filitas, los esquistos y los gneises.
Las rocas metamórficas donde la presión ha jugado un papel importante, se caracterizan por un aplastamiento general de sus minerales que hace que se presenten alineados. Esta estructura característica se denomina foliación y se ve muy bien en rocas afectadas por metamorfismo regional.
Antonio del Ramo
Francisco Guillén