El gato montés europeo es parecido, aunque de mayor tamaño, al gato doméstico (Felis catus), que proviene, no de aquél, sino del gato montés africano (Felis libyca). El color de su pelaje es pardo grisáceo o amarillento, con dibujos negros a rayas, que le dan un aspecto atigrado. El abdomen es claro, al igual que un pequeño babero que muestra en su garganta. La cola, gruesa, y con anillos negros, aparece ancha y roma en su extremo, que siempre es negro. Las uñas, retráctiles, son de color claro. Es casi imposible distinguir las huellas de un gato doméstico de las del gato montés.
Hábitat y distribución
Aunque se distribuía por toda Europa, en la actualidad tiene sus poblaciones tan dispersas y disminuidas, que pueden ser consideradas relictas. En la parte mediterránea de la Península existe la subespecie F. s. tartessia, de mayor tamaño y coloración más contrastada e intensa, que constituye un endemismo ibérico.
Puede ser visto desde el nivel del mar hasta poco más de los 2.000 m de altitud, en hábitats muy diversos, pero siempre con una notable cobertura vegetal. En Murcia sus escasas poblaciones se encuentran dispersas, solapándose con zonas forestales, con áreas de matorral, y algunas de cultivos tradicionales.
Costumbres y alimentación
Es una especie de hábitos solitarios, que mantiene un territorio señalizándolo con orina, excrementos y algunas secreciones glandulares. Sólo en la época de celo se juntan los individuos de ambos sexos, y por un corto periodo de tiempo. Tan sólo la madre forma un reducido grupo familiar con las 2 o 3 crías que tiene, pero sólo lo que dura estrictamente la crianza, hasta su emancipación, que tiene lugar a los 5 o 6 meses de nacer. Su dieta la constituyen principalmente micromamíferos (topillos, ratones, musarañas), y pájaros, que caza en sus recorridos regulares de los pasos trazados en su territorio.
Protección y conservación
En los últimos decenios ha experimentado una gran presión, tanto directa por la caza con métodos no selectivos: lazos y trampas; como por la pérdida de su hábitat, lo que ha reducido considerablemente sus ya de por sí exiguas poblaciones. Pese a todo, no existe ninguna medida de conservación dedicada a esta especie.
Otra amenaza es la hibridación con gatos domésticos cimarrones, aunque parece no estar tan extendida como en un principio se temía.
Curiosidades
Su carácter independiente hace que el gato doméstico no necesite al ser humano para nada, y menos para alimentarse, siendo numerosos los gatos domésticos que deciden vivir asilvestrados. Son los llamados cimarrones. Aunque no parezcan suponer una amenaza grave para el gato silvestre europeo, sí lo son para las poblaciones de otras muchas especies de aves, reptiles, mamíferos, por lo que sería deseable un control de estos gatos asilvestrados.
Vicente Hernández Gil