Lo que sucedió a la sociedad murciana del medievo desde el Pacto de Alcaraz de 1243 es sobradamente conocido. Los reyes castellanos y el aragonés Jaime I fueron decisivos en la organización del territorio. La población local islámica y la judía deberían, en un principio, escoger entre la conversión religiosa o apartarse a barrios concretos o encastillados como, por ejemplo, ya sabemos que ocurrió a los judíos de Lorca. Los repartimientos de territorio harían el resto, muchas mezquitas se convertirían en iglesias y otras serían hechas de nueva planta, ciudades como Murcia o Lorca representarían los ámbitos urbanos más poblados.
El territorio sería repoblado con programas como los de Alfonso X, asegurándose así la mejor manera de reconvertir un territorio reconquistado. Habría choques, revueltas en la medina árabe de Murcia o saqueos y destrucción como en el caso de la judería, el fin último sería el proyecto social y político de cristianizar el territorio que se consideraba reconquistado a pesar de que, como vimos en la época tardoantigua y visigoda, Murcia no habría sido una región especialmente dinámica.
Nos busquemos arquitectura románica o gótica en Murcia, difícilmente la encontraremos más allá de algún testimonio parcial en edificios rehabilitados en época moderna y barroca. Una sociedad que se transforma necesita de años para ver reflejada esa transformación en su arquitectura y urbanismo a menos que el proyecto exista en el sentido estético y sea avalado en el monetario. Lo más probable es que los edificios y las urbes se reutilizaran y se superpusieran, es seguro que las fábricas de época islámica se reutilizaron, y ámbitos abandonados como la muralla de Murcia pudo servir para las nuevas construcciones. Sabemos que la ciudad de Murcia creció a costa de crear ámbitos de periferia como la judería y el arrabal islámico, en las zonas rurales la convivencia sería menos complicada pero igual de segregada.
La edilicia más antigua en nuestra Región, posterior a la época islámica, es la de las fortalezas, como las de Aledo, Caravaca, Bullas, Canara, Ricote, Lorca, Moratalla o Alguazas. Un edificio como la torre fortaleza de Alguazas es un buen ejemplo de la arquitectura de la “necesidad política”, una torre del siglo XIV destinada a controlar un ámbito de paso y unos territorios que pasaron de manos reales a diocesanas en poco tiempo. Bajo la torre los sondeos arqueológicos encontraron restos de enterramientos islámicos pero la edilicia es totalmente de época cristiana, construida en ladrillo, con estancia corrida de crucerías que dan a un patio interior. Tapial, en ocasiones sillar y algún bloque de cantería serían una prolongación de las técnicas constructivas ya reconocidas en épocas anteriores. Un edificio con detalles de las fortificaciones orientales, como las entradas en L, una torre de vigilancia y de aviso de las incursiones moriscas llegadas desde Granada que trataron de menoscabar durante años la reconquista.
La construcción de iglesias fue parte del devenir histórico tras la Reconquista. Los pocos recuerdos del gótico en Murcia son restos puntuales. Del teatro romano de Carthago se aprovecharon materiales para la construcción de la catedral de la diócesis, Santa María la Vieja, cuyos sillares y nervaduras góticas en arcos y pilares compuestos han quedado de manera testimonial para este templo ordenado construir en 1245.
Otros restos góticos los podemos encontrar en Lorca, en las parroquias altas de San Juan, San Pedro y Santa María. En los restos de San Pedro podemos admirar una torre almenada y un arco conopial en la entrada además de elementos decorativos de estilo flamígero. En lo rehabilitado de la iglesia alta de Santa María, de planta de reminiscencias levantinas, quedan visibles los alzados típicamente tardogóticos y decoraciones como los pilares compuestos y los collarines con hojas labradas entre los arcos apuntados y alguna bóveda de crucería nervada con rosetones.
Incluso pensando en los restos góticos de Murcia debemos tener en cuenta que en el Levante español no puede pensarse el gótico como esas construcciones tan europeas y del norte de España, de grandes masas verticales de sillería, con pináculos y cubiertas de grandes pendientes. El gótico español repartió sus estilos adaptándose a las particularidades de cada región, la nuestra habría pertenecido a una concepción levantina, de plantas cuadrangulares desarrolladas más de manera horizontal que vertical, entre otras cosas por la falta de necesidad de desaguar grandes cantidades de agua de lluvia o nevadas.
El único programa arquitectónico completo que conservamos, pero de un gótico tardío, es el de la Capilla de los Vélez, situada en la catedral de Murcia, terminada en 1507 aunque sobre una capilla ya en posesión de la familia Chacón en siglos anteriores. Se trata de un espacio de base hexagonal, desarrollado especialmente en altura, donde los elementos arquitectónicos como arcos y columnas son utilizados en su aspecto decorativo flamígero, arcos conopiales, de medio punto adornados de escudos y vegetación, filas superpuestas de arquillos lombardos, retículas, tribunas, nervaduras, etc, todo sobre una planta octogonal y una disposición que nos recuerda al gótico burgalés y europeo. Llama la atención el exterior algo austero de la capilla, muy de un primer renacimiento español.
Las crisis políticas de la Murcia bajomedieval, luchas políticas internas a cuenta de los adelantados mayores del rey, sólo aportaban algo más de inestabilidad al antiguo reino de Murcia, asolado también en sus costas por los ataques piratas que impedían que las zonas de campo y la costa pudieran desarrollarse de una manera favorable para la economía y que el proceso recolonizador tuviera un buen fin. Murcia era ya en la época medieval un entorno empobrecido e inseguro, ni siquiera las muestras de arte gótico en otras disciplinas como la escultura o la pintura son relevantes, apenas unos poco ejemplos. Habría que esperar hasta los siglos XVI y XVII para ver ejemplos de una arquitectura más abundante y elaborada.