El vocablo griego etnobotánica estudia las relaciones entre los grupos humanos y su entorno vegetal, el uso y aprovechamiento de las plantas en los diferentes espacios culturales y en el tiempo. A través de la etnología, antropología e historiografía, se pueden conocer los elementos esenciales de la medicina popular: mágicos o supersticiosos, religiosos y naturales.
La sociedad campesina elaboraba de forma tradicional un buen número de recetas naturales para mejorar el estado de salud. La utilización de plantas como remedio curativo se transmitía de generación en generación entre familiares y amigos cercanos, con el fin de calmar trastornos del aparato digestivo, dermatológicos, aparato urinario, sistema nervioso, anti infecciosos, respiratorio o cardiovascular.
Las lombrices se combatían con infusiones de raíces de granado macho; para aliviar catarros, afecciones respiratorias o crear un ambiente más respirable y húmedo utilizaban eucalipto en vahos; de cara a suavizar la garganta se hervían flores de malvavisco, naranja y miel; para calmar el dolor de piedras del riñón tomaban infusiones de “quebrantapiedras”; la infusión “rabogato” desinfectaba las heridas; con las collejas camperas de hierbas silvestres realizaban buenas tortillas; con hinojo aliñaban las aceitunas, condimentaban algunos guisos o limpiaban las tripas de los cochinos en tiempo de matanza; el dolor de muelas se combatía con artemisa; las verrugas desaparecían con apósitos de raíces carnosas de liliáceas; mascar gramíneas refrescaba la boca, disimulaba la halitosis y cocidas en agua representaban un laxante para niños; las malváceas en infusión contenían propiedades tranquilizantes, calmantes y rebajaban la fiebre; la quema de broza de los pinos aliviaba el dolor, pero cocer hojas y ramas era el remedio justo para los males de pecho; y la aplicación a las mujeres por vía vaginal de infusiones con hojas de álamo destacaba como remedio anticonceptivo.
En el mundo de los remedios naturales contra enfermedades o aflicciones también jugaban un importante papel las creencias religiosas o mágicas de la población rural. La tradición rezaba que el Domingo de Mona o de Resurrección era el momento idóneo para acercarse al monte a coger romero; si pretendían que una higuera diera buenos frutos sembraban de noche el día de San Juan; en el Valle del Guadalentín se indicaba que un buen amuleto contra las pesadillas y el miedo consistía en coger un trozo de pan mordido, sal, nueve granos de trigo y una cruz de romero; las “vejigas de los ojos” desaparecían si se colocaban uno a uno nueve granos de trigo formando un triángulo alrededor del ojo mientras proclamaban un rezo a la Virgen; por último en Cartagena era costumbre recoger las amapolas a la hora en que repicaban las campanas de las iglesias el Sábado de Gloria para que tuvieses “gracia” y así combatir mejor el sarampión.