Para comprender los sistemas de vida de la población campesina murciana se hace imprescindible analizar la adaptación de este grupo humano al entorno que habitaba.
La organización del espacio en las comarcas de la Región de Murcia es fruto de su peculiar geografía y de una larga intervención humana que en los últimos años se ha incrementado con abusivas prácticas que ponen en peligro el ecosistema mantenido con escasos cambios hasta la década de los años setenta del pasado siglo XX.
El espacio rural o estrictamente campesino es fruto de una particular estructura agraria. En los campos de Murcia el predominio de grandes propietarios ha alternando con pequeñas explotaciones, originando un tipo de hábitat muy jerarquizado y controlado por un núcleo urbano mayor, sede de instituciones y servicios. Así pueblos y aldeas conforman unidades consolidadas, mientras que el entorno urbano de menor entidad poblacional queda para la finca, cortijada o el caserío.
El cortijo o la casa de campo son las unidades básicas de hábitat y su función principal era proporcionar albergue a pastores o a jornaleros-aparceros. Se trata de un número reducido de viviendas cerca de la explotación agraria donde vivían las familias que cultivaban directamente las tierras o ejercían el pastoreo. Las edificaciones del cortijo son exclusivamente del ámbito doméstico (casa-vivienda) y económico (corrales, cuadra, graneros, pajeras, aljibes, palomares). Estas fincas contenían todos los elementos que identifican a un pueblo como sistema de acequias propias, pozo, aljibes, capilla y diferentes agrupaciones de casas o parcelas diseminadas.
Cuando el número de casas aumentaba el cortijo pasaba a denominarse cortijada, apareciendo cierta estructura urbana, palomares, aljibes, hornos comunales y ermitas para el culto, pero sin disponer de servicios como pescadero, lechero, recovero, trapero, paragüero-lañador o afilador que eran suministrados por vendedores ambulantes.
Los pueblos presentaban un núcleo urbano con fisionomía de entidad aglomerada y servicios propios, a excepción de los concejiles. Estas entidades mayores poseían cementerio, ermita o iglesia, centros educativos, casa de ultramarinos, de prensa, telégrafos o teléfonos, así como casinos, bares o espacios de ocio, y de ellos dependían fincas o entidades menores que distaban pocos kilómetros.
Los pueblos se ubicaban en vías de paso como antiguas calzadas romanas aun utilizadas, veredas reales, caminos concejiles, caminos militares, caminos reales o carreteras nacionales. Normalmente los servicios se concentran en la calle principal o de mayor tránsito, alrededor de la plaza de la iglesia y raramente en torno a plazas mayores si no disponían de ayuntamiento propio.