La evolución histórica del territorio de Mazarrón presenta características que se repiten a lo largo de su Historia, que se remonta, al menos, desde el Paleolítico Medio. Por una parte, el clima: árido, seco y de escasas precipitaciones, con la fauna y la flora propias de estas condiciones medioambientales. Por otra, la explotación de los recursos del mar (pesca y marisqueo) y la sierra (aprovechamiento de los cotos mineros).
Mazarrón ha vivido por y para el mar desde la Prehistoria. El marisqueo se documenta en yacimientos fechados en el Paleolítico Medio, como la Cueva de Hoyo de Pescadores. Desde entonces, el mar ha jugado un papel básico en la subsistencia y evolución económica de Mazarrón a lo largo de la Historia: marisqueo, pesca, salinas y comercio. También la riqueza minera de esta comarca, al igual que en todo el Sudeste peninsular, fue aprovechada desde la Antigüedad. Aunque los primeros testimonios de una industria metalúrgica datan del Bronce Argárico, probablemente las minas de Mazarrón fueron objeto de laboreo desde varios siglos antes, trabajando el metal por martilleado.
Desde el Paleolítico hasta el Neolítico todos los hábitats documentados corresponden a cuevas o abrigos rocosos (Cueva del Palomarico, Cueva Hoyo de los Pescadores, Cueva del Algarrobo); a partir del Neolítico se atestiguan los primeros hábitats al aire libre. Destaca el gran yacimiento eneolítico de Cabezo del Plomo (3200-2900 a.C.), poblado fortificado tipo Millares, en el que se excavó la muralla que protegía este asentamiento, que debió alcanzar los dos metros de altura, cuatro casas de un total de once que se cree que debieron formar parte del poblado, además de numerosos restos de industria lítica, ósea y cerámica. Destaca la tumba tipo tholos hallada al pie del cerro. Se encontró en mal estado de conservación. Es un monumento funerario, con cámara rectangular, sin corredor de acceso, construida con grandes ortostatos (piedras de gran tamaño) y rodeado por un anillo, donde se disponían tres nichos. Aparecieron herramientas en sílex, puntas de flecha, diez cuentas de collar de piedra verde y algunos fragmentos de concha.
También se documentan varios yacimientos argáricos: Ifré, Las Toscas de María, Cerrico Jardín, Percheles o Cabezo Negro, asentamientos próximos a cotos mineros. Destaca La Ciñuela, poblado en altura (2200-1500 a.C), cuya superficie abarca la cumbre de dos pequeños cerros y la vaguada situada entre ellos. En él se encontraron numerosos restos cerámicos, un hacha de bronce y restos de esparto (una esterilla y cordajes utilizados a atar las ramas y cañas, que entrelazadas formaban las techumbres. AYALA: 1980, 78). En el poblado de Los Gavilanes se documenta una fase de ocupación argárica. El poblamiento de este yacimiento (ya desde la primera mitad del II milenio a.C.) prueba la temprana colonización del litoral por parte de comunidades prehistóricas argáricas y el interés de éstas por la explotación de los recursos pesqueros.