La leyenda de los orígenes
La tradición popular y legendaria, pone el nacimiento del rito de la carrera y de la subida del vino en el siglo XIII, en plena frontera de la Caravaca cristiana y castellana frente al reino nazarí de Granada.
Hay un cerco de los musulmanes; la Orden Militar del Temple defiende a la población, que se refugia tras las murallas de la fortaleza. Se corrompen las aguas, produciéndose una epidemia.
Entonces, unos caballeros templarios burlan la vigilancia de los moros y, después de llenar unos pellejos de vino, burlan otra vez el cerco, introduciendo el vino en el cual bañaron la Reliquia de la Cruz y se lo dieron a beber a los enfermos, que sanaron. De aquí, se afirma, deriva la subida y la carrera posterior de los caballos.
En el primer tercio del siglo XIX, el festejo adquiere su estructura consolidada. El simple recorrido, casi procesional, de varios caballos en fila ocasionó la carrera, espoleados por los mozos que los conducían. La concurrencia de gentes en la cuesta aumentó para animar y aplaudir a los distintos caballos. El vino dejó de subirse en pellejos, pero permaneció la bendición y la carrera inseparablemente unidas al rito de la Cruz. El festejo ya había nacido.
La existencia de los Caballos del Vino está documentalmente probada desde hace tres siglos, confluyendo en este festejo una serie de elementos sociales, culturales, históricos, religiosos y tradicionales que superan el simple evento festivo y lo convierten en una manifestación antropológica reconocida como única en el mundo. A lo largo de su historia, han sufrido diversas vicisitudes, pero el festejo ha sabido subsistir a todas ellas, adaptándose a las circunstancias y manteniendo toda su pureza e integridad. La fiesta se ha transmitido de generación en generación sin normas escritas.
Cientos de miles de visitantes se reúnen en Caravaca de la Cruz para vivir en directo la mítica carrera de los Caballos del Vino en la mañana del 2 de mayo. Cuatro mozos recorren en pocos segundos, asidos al caballo, una distancia de 80 metros hasta alcanzar la explanada del Castillo, rememorando así el momento en que los templarios rompieron el cerco moro introduciendo en el recinto unos pellejos de vino para sanar a los enfermos prisioneros.
La carrera transcurre en menos de diez segundos, instantes intensos y desbocados protagonizados por cuatro hombres y el caballo que se abren paso entre una multitud de miles de personas.
Se trata de un espectáculo lleno de color y calor, en el que sólo alcanzan el éxito aquellos que completan la carrera sin soltarse del animal y realizando el menor tiempo entre las sesenta peñas caballistas participantes en el festejo.
Los Caballos del Vino van engalanados con ricas y costosas ropas bordadas a mano pacientemente con hilos de oro y plata, canutillo y pedrería, las cuales también compiten en originalidad en el Concurso de Enjaezamiento. Rostros de personajes conocidos de la ciudad quedan inmortalizados en las ropas de los caballos con un realismo asombroso
El 4 de noviembre de 2011 el Consejo de Gobierno de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia declara la fiesta de 'Los Caballos del Vino' de Caravaca de la Cruz como Bien de Interés Cultural con carácter etnográfico.
Los Caballos del Vino de Caravaca de la Cruz son declarados Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.(16/12/2020)