Independientemente de que a finales del siglo XVIII algunos vecinos instalaran en la puerta de su casa un farolillo de aceite, lo que es el alumbrado público, se inauguró con 800 farolas en agosto de 1799. Con el tiempo, tras el descubrimiento del petróleo en 1859, las farolas fueron cambiando el antiguo combustible por el nuevo y, algo más tarde, todas dejarían paso franco a la electricidad. Sin embargo, el alumbrado por gas llevó su propia trayectoria y guerra aparte.
En 1844 la empresa Mais, radicada en Brest, se ofreció para implantar en Murcia su sistema. Consciente de la mejora que supondría, el entonces alcalde Salvador Marín Baldo, convocó en julio de 1846 un concurso público abierto a todas las compañías del ramo a fin de “llevar a efecto un proyecto que tantas ventajas debe producir a este vecindario”. El consistorio se comprometía a proporcionar los terrenos para la fábrica de gas y brindaba las mismas facilidades que se habían logrado en Barcelona y Valencia. La empresa contratista correría con el costo de las cañerías, zanjas y conductos necesarios de la red de instalación. El gas, obtenido a partir del aceite de oliva, se cobraría un 20% más caro que el destinado al alumbrado público cuando fuera destinado a uso de particulares.
A pesar de todos estos acuerdos, este intento y el de 1848 resultaron fallidos. Hay que aguardar hasta 1862 para que el proyecto de iluminación por gas cobre visos de convertirse en realidad. Aquel año el marqués de Pinares, alcalde de Murcia, convocó subasta para 400 faroles de gas y firmó un contrato por 35 años. En 1864 presentó proyecto al concurso abierto la compañía londinense William Knicht & Co., pero a mitad de obra, cedió sus derechos a la Colonial and General Gas Co. Que a su vez los vendió a Sebastián Servet Brugarolas y Eladio Nolla Oriols, vecinos de Murcia. De la importancia que podía suponer el nuevo sistema de iluminación nos habla la creación de una comisión de estudio que a este respecto creó la Sociedad Económica de Murcia en septiembre de 1864. Por fin, el 26 de agosto de 1867 se realizó la primera prueba de iluminación en La Glorieta y se inauguró oficialmente el 1 de septiembre de aquel mismo año. La falta de liquidez por retrasos en el pago y otras diferencias internas provocaron la venta de la empresa a Charles Lebón, lo que se produjo a mediados de 1868. Poco a poco fue aumentando el número de farolas hasta el punto de que para 1875 habían pasado de 400 a 852.
El jardín de Floridablanca y su entorno vecinal celebraron a lo grande la iluminación de su zona en mayo de 1882 y lo hicieron con una gran fiesta que estuvo amenizada por la banda de música del maestro Raya.
Para 1913 los faroles de gas eran ya 1321, pero la irrupción de la electricidad frenó su expansión en seco y la Primera Guerra Mundial provocó un desabastecimiento de carbón que terminó por herir de muerte a este sistema de alumbrado que fue extinguiéndose muy lentamente. De hecho, para 1940 sólo quedaban 129 farolas. La última se retiró en 1946.