Alfonso X concedió el Fuero de Sevilla a Murcia mediante Privilegio Rodado (1266, mayo, 14. Sevilla)
Los privilegios de Alfonso X a distintas poblaciones del Reino de Murcia, como éste, o el de Lorca (1271), dieron lugar a la formación de un derecho propio, de ámbito territorial unas veces, o local en otras, como en la concesión de fuero a Yecla por el infante don Manuel (1280). Este privilegio en concreto dio inicio a la constitución del Concejo de Murcia, con el nombramiento de algunos de sus oficiales (alcaldes, alguaciles, escribanos, almotacén) y la concesión de enseña y sello.
La constitución del Reino de Murcia sigue siendo hoy motivo de reflexión y debate. Hasta hace poco se afirmaba que la conformación del Reino cristiano de Murcia fue una pura derivación de la taifa musulmana de los huditas, mientras que a una creación de Alfonso X apuntan aportaciones posteriores, como la de Rodríguez Llopis. También es cierto que la capitulación de los musulmanes en Alcaraz ante el infante Alfonso (en 1243, reinando Fernando III) favoreció la permanencia organizativa de unos territorios que hoy llamaríamos comarcales, a través de las circunscripciones que los arraeces dominaban entonces.
Una mayor instalación de cristianos de los reinos del norte a partir de 1257, que recibieron tierras y señoríos del rey Alfonso X contraviniendo lo pactado en Alcaraz, provocó el despoblamiento mudéjar, que se acentuó con el fracaso de la rebelión (1264), simultánea en Murcia y Andalucía y apoyada por el rey nazarí de Granada.
Pocos años después, a las incursiones militares de los musulmanes granadinos se sumaron las luchas civiles entre partidarios de Alfonso X, con Sevilla y Murcia a la cabeza, hermanadas por esta razón, y del infante Sancho, contrario a los derechos sucesorios de los hijos del infante Fernando de la Cerda, al que mataron en Ciudad Real los granadinos (1270). Sancho IV premió generosamente entre los suyos a la Orden de Santiago, con gran repercusión en el Reino de Murcia, en lo que se refiere a sus dominios sobre el Noroeste (Caravaca, Cehegín, Canara, además de Moratalla) y la encomienda de Cieza el valle de Ricote.
En contraste con el reinado de Sancho, el de su sucesor Fernando IV (1294), fue marcado por una minoría de edad, que permitió la ocupación del Reino de Murcia por el monarca aragonés Jaime II durante ocho años (1296-1304), lo que supuso la pérdida para Castilla de parte de dicho Reino, es decir, todo el territorio que se constituyó en la amplia Gobernación de Orihuela, hoy Provincia de Alicante, que incluso incluyó Jumilla (hasta 1358) y Abanilla (1375), así como la formación de una hermandad, entre Murcia, Lorca y Cartagena para su mutua defensa, que incidió asimismo en la estructuración interna del Reino, pues Jumilla, perteneciente a Aldonza, Jacometa e Isabel García de Loaysa, fue entregada a Juan, hermano de ellas, señor de Petrel y Bañeres (1296).
A la Sentencia de Torrellas en 1304, con la que acabó la ocupación aragonesa de Jaime II, se añadió en 1305 la de Elche, que corrigió el reparto del año anterior, devolviendo Cartagena al Reino castellano de Murcia. Catalanes y aragoneses pretendieron aún otra vez la conquista de Cartagena, en el reinado de Pedro IV, a mediados del XIV, pero no lo consiguieron y en él aún los castellanos recuperaron Jumilla y Villena. Por otra parte, la Sentencia de Elche hizo que el infante don Juan Manuel fuera resarcido con la concesión del señorío de Alarcón, en compensación por la pérdida de Cartagena, incorporada al realengo, aunque en 1312 (año de otra hermandad entre Murcia, Lorca y Cartagena con motivo de otra guerra civil, marcada por el inicio de la minoridad de Alfonso XI) la recuperaría su hijo el infante don Juan Manuel.
Los dominios manuelinos, no obstante, fueron principalmente los del Marquesado de Villena, a caballo entre Murcia (Jumilla y Yecla), Albacete (Almansa), Alicante (Villena) y Cuenca (Alarcón), caracterizando profundamente a otra parte del Reino de Murcia.
Fuentes bibliográficas:
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Vicente Montojo Montojo