Antecesores del Teatro Romea
La ciudad ya disponía, desde 1612 de una importante Casa de Comedias. Toda ella construida de madera menos las paredes francas. Era amplia, hermosa y cuadrada y los cuatro ángulos tenían puertas, con espaciosa gradería, habitaciones a ambos lados del tablado y estancias para mujeres. Al pie de las gradas, para los hombres, había bancos comprados por varias familias, otros pertenecían a nobles y eran del ayuntamiento. Las entradas de hombres y mujeres estaban separadas y para mejorar las representaciones se realizaron reformas en 1623 y 1653.
Pasando al siglo XIX, sabemos de la existencia del Teatro del Toro, que dado su estado, es demolido en 1857. Para esos años ya se hablaba de construir un gran teatro para Murcia, con un presupuesto de 60.000 reales, ubicado tras el convento de Santo Domingo, en terrenos de la familia D'Estoup. Dicho teatro, con el nombre de Teatro de los Infantes era inaugurado el 25 de octubre de 1862 por la reina Isabel II.
Ya en 1868, y de forma temporal, pasaba a denominarse Teatro de la Soberanía Nacional, pasando a ser llamado Romea en 1872.
Malos tiempos corrían para los lugares de espectáculos, debido a los materiales con los que estaban construidos y la falta de medidas de seguridad. Así, en 1879 sufría una destrucción parcial. Dado que estaba asegurado, tras cobrarse las 93.000 pesetas reglamentarias, se reconstruye con la intervención, entre otros, de Justo Millán y Manuel San Miguel.
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Revista Murgetana nº 089
Un nuevo incendio, el 10 de diciembre de 1899 arrasaba el teatro, reinaugurándose en febrero de 1901. De nuevo vemos a Justo Millán como arquitecto y diversos pintores, entre los que cabe destacar a Medina Vera.
Pero la ciudad no sólo contó con este importante teatro. Por doquier, incluyendo diversas pedanías, surgieron pequeños teatros, algunos con una existencia efímera. Así, a mediados del siglo XIX podemos mencionar el Teatro Provisional, y junto con el existía el Teatro del Liceo que abría sus puertas en torno a 1857. El primero se ubicaba en la actual calle Selgas y tenía una capacidad para 500 personas.
Años después abría el Teatro del Círculo Industrial que alternaba actuaciones, desde 1867, con los teatrillos del Salitre, La Juventud, La Confianza o el de la plaza Joufré. Ya en 1877 el teatro del Círculo se reestructuraba y mejoraba.
Entre 1877 y 1878 abrían de nuevo sus puertas los ya mencionados Teatro Provisional y Teatro del Liceo. El primero aprovechaba el local de unos tribunales, en tanto que el segundo era una fusión del Ateneo y el Círculo Industrial. Era su director Olayo Díaz y se inauguraba con una función de aficionados.
La afición al teatro en los barrios de Murcia
La década siguiente también vio nacer, en la capital, diversos teatros. Así, unido a los festejos del Entierro de la Sardina abría el Teatro Circo de la Rambla, inaugurado el 16 de abril de 1880, destacando de éste teatro su cubierta de lona, comodidad y buena visibilidad en las representaciones, y cuyo telón estaba decorado con motivos murcianos. Se construyó dentro de los terrenos del antiguo Granero, donde se estaban edificando los nuevos Tribunales de Justicia. El emplazamiento del teatrol cabe situarlo en la esquina existente entre las actuales calles Saavedra Fajardo y Doctor Fleming, siempre dentro de lo que hoy es la plaza de abastos de Saavedra Fajardo. En julio del mismo año se iniciaron una serie de obras para reconvertirlo en teatro de verano. El Teatro Circo de la Rambla irrumpió con fuerza en el panorama teatral de Murcia llegando a competir durante sus primeros años de vida con el poderoso Romea. Lamentablemente, los altibajos de público, la lluvia, que siempre terminaba calando a los asistentes, y sobre todo las obras de los nuevos Tribunales y la tremenda epidemia de cólera que arrasó Murcia marcó el ocaso definitivo de este teatro en junio de 1885. El escenógrafo Montesinos realizó decoraciones y se construyó un telón de boca muy afamado que hizo las delicias de propios y extraños. El local fue elogiado por su comodidad, buena visibilidad, e incluso por ofrecer cierto lujo. En cuanto a la vida artística que albergó, ésta fue de lo más rica y variada: espectáculos ecuestres, acrobáticos, zarzuelas, obras de teatro….
Sin lugar a dudas, el barrio que más afición tuvo al teatro era el de San Benito o del Carmen. Aquí en locales improvisados más o menos estables, abrieron sus puertas diversos teatros. Para 1884 ya funcionaba uno en un huerto de la plaza de la Media Luna (González Conde). Por su parte Hernández Ardieta abría otro, en la calle Cartagena, de verano y cubierto con una lona. Este teatro, renombrado como Progreso pasaba a llamarse Terol en 1888.
También en el barrio del Carmen abría sus puertas, en 1887, el Teatro del Porvenir, con Juan Ramírez, estando ubicado en la calle Floridablanca.
Otros teatrillos se distribuían por aquí y por allá a lo largo y ancho de la ciudad: Cárcel (1850), Puente (1858), Comercio (1868), Juventud (1869), Posada del Malecón (1873), Talía Cervantes (1883), Casa de la Corrección (1883), El arte (1887).
Pero más importante que todos ellos fue el Teatro Circo Villar, cuyos planos se realizan en 1889, abriendo sus puertas en noviembre de 1892. Su cubierta era de hierro y el arquitecto que los dirigió fue Justo Millán. Sirvió de competencia al Teatro Romea y disponía de 600 butacas, 38 plateas y una amplia galería.