Los organismos marinos están interconectados unos con otros por relaciones de muy diversa índole, siendo las relaciones tróficas las que más clarifican el funcionamiento de un ecosistema en su conjunto.
En el ambiente pelágico, los vegetales microscópicos del plancton (fitoplancton) son los productores primarios. Éstos, mediante la fotosíntesis, sintetizan materia orgánica (hidratos de carbono, proteínas y ácidos grasos), utilizando para ello la energía luminosa aportada por el sol, la clorofila de la que son portadores y las sustancias inorgánicas presentes en el medio. Este fitoplancton es consumido por herbívoros microscópicos (zooplancton), que en un alto porcentaje son crustáceos (copépodos y decápodos).
El zooplancton es consumido, a su vez, por un primer grupo de carnívoros formado por un importante número de peces pelágicos y algunos mamíferos. Grupo que a su vez, aunque con ciertas excepciones debidas al tamaño de algunas especies planctófagas (peces, mamíferos), sirve de alimento a un segundo grupo de carnívoros formado por peces y mamíferos. Los peces de este segundo grupo son depredados, a su vez, por un tercer grupo de carnívoros compuesto por peces de mayor tamaño y por mamíferos (ver recuadro en figura 1).
El traspaso de energía a través de los diferentes niveles de la red trófica es muy poco eficaz, de tal forma que en cada salto se pierde para el siguiente nivel entre el 50% y el 90% de dicha energía. Así, 1.000 kg de fitoplancton sólo se transforman en 100 kg de zooplancton, éstos en 50 kg de carnívoro de 1er orden, los cuales sólo darán 10 kg de carnívoro de 2º orden , que no dan más que para producir 1 kg de carnívoro de 3er orden (figura 2).
En los fondos o ambiente bentónico, por la mayor complejidad de sus comunidades, la red trófica es más complicada. El grupo de los productores está formado por las algas macroscópicas (figura 3) y por las fanerógamas marinas (figura 4), debiéndose tener en cuenta también la fracción de fitoplancton que se sedimenta.
El segundo eslabón está formado por herbívoros propiamente dichos (moluscos, equinodermos, peces, etc.) (figura 5), por suspensívoros (esponjas, poliquetos, moluscos, briozoos, crustáceos, ascidias, etc.) (figura 6) y por sedimentívoros (poliquetos, equinodermos, etc.) (figura 7). Los carnívoros de primer o segundo orden son muy numerosos (cnidarios, poliquetos, moluscos, equinodermos, peces, mamíferos, etc.) (figuras 8 y 9), siendo igualmente importante el grupo de carroñeros (moluscos, crustáceos) (figura 10).
Sobre toda la materia orgánica particulada en mayor o menor medida, actúan en última instancia las bacterias, que cierran el ciclo de la materia al transformar las sustancias orgánicas en inorgánicas, que vuelven a estar a disposición de los organismos autótrofos. Es él eslabón de los descomponedores, que a su vez sirve de alimento a ciertas especies de filtradores o sedimentívoros.
En el medio marino se dan una serie de paradojas que condicionan muy marcadamente la vida que se desarrolla en sus aguas y fondos.
De los 4.000 m de profundidad media que tienen los mares y océanos del planeta, los productores primarios están restringidos a la delgadísima capa de los primeros 100-150 m, ya que a mayor profundidad no llega la luz suficiente para poder realizar la fotosíntesis (figura 1).
Las aguas superficiales son pobres en los nutrientes orgánicos que los productores primarios emplean para sintetizar materia orgánica, deteniéndose en muchas ocasiones su producción por falta de alguno de ellos, nitrógeno y fósforo principalmente. Las aguas profundas, en cambio, son muy ricas en estos componentes, al ser en ellas donde las bacterias realizan la mayor parte de la descomposición de la materia orgánica; pero en ellas no hay luz suficiente para que los organismos fotosintetizadores sobrevivan. Esta situación sólo se invierte con las corrientes de afloramiento (figura 1), que elevan estas aguas profundas hasta la superficie, produciéndose con ello un efecto de abono de las aguas superficiales, lo que permitirá a los vegetales marinos seguir creciendo y poner esa biomasa a disposición de los siguientes niveles tróficos.
Juan Carlos Calvín