Los restos arqueológicos más antiguos documentados en la Carta Arqueológica correspondieron a un periodo de ocupación del lugar que se podría situar en época tardorromana, a partir del siglo V d. de C.
Sin embargo, la mayoría de los vestigios históricos materiales existentes en el lugar se deben de datar hacia el siglo XII y comienzos del XIII. La fortificación y el espacio poblado que se le asocia correspondería entonces a un periodo islámico muy avanzado, pudiéndose apuntar incluso una posible fundación almohade.
Una fuerte presión demográfica
Otras fortificaciones rurales de origen musulmán existentes en el antiguo reino de Murcia, con las que se podrían establecer ciertos paralelos, afianzan las tesis de una fuerte presión poblacional en los campos del sureste peninsular desde la segunda mitad del siglo XII, teniendo su mayor auge en las primeras décadas de la siguiente centuria. Pero su incorporación a la Corona de Castilla a mediados del siglo XIII y los diferentes hechos que se produjeron inmediatamente, llevaron al abandono de estas alquerías y explotaciones rurales, y a la emigración masiva de la población de origen musulmán hacia el norte de África y hacia el vecino emirato de Granada.
Enclavados en un espacio fronterizo, con un estado de guerra larvado o manifiesto durante los siglos siguientes, los campos lorquinos y murcianos se convirtieron entonces en grandes extensiones despobladas donde únicamente los rebaños mostraban cierta actividad económica, dado que la ganadería permitía el traslado y refugio de los animales (ovinos mayoritariamente) en momentos de peligro.
Por esta situación bélica es posible que determinadas fortificaciones islámicas, que un día dieron seguridad a una población ya desaparecida durante la Baja Edad Media, fueran intermitentemente utilizadas durante los siglos XIV y XV, dependiendo de las necesidades de seguridad de una red de fortificaciones fronterizas que tuvo en la de Lorca su más importante bastión.