La referida ausencia de un estudio arqueológico exhaustivo sobre esta interesante fortaleza de las sierras litorales lorquinas, nos impide situar cronológicamente el momento de construcción del castillo de Amir. No obstante, tomando como paralelos otras fortificaciones similares existentes en el antiguo reino de Murcia, podríamos estar ante uno de los castillos islámicos que defendieron a determinadas alquerías que, especialmente hacia el siglo XII, salpicaban los espacios litorales y prelitorales del occidente murciano. Éstas se situaron especialmente en el espacio costero comprendido entre las actuales localidades de Águilas y La Azohía, y de ellas en su mayor parte sólo nos ha quedado el topónimo: Tébar, Chuecos, Amir, Ifre, Susaña, Calentín, etc.
Se trató de pequeñas poblaciones que, al amparo de un nacimiento de agua, dedicaron sus actividades económicas a explotaciones agropecuarias. Fueron defendidas por una fortificación cercana, la cual, a su vez, ejercía ciertas funciones administrativas sobre el territorio circundante.
Estos núcleos costeros quedaron despoblados tras la incorporación del reino de Murcia a la Corona de Castilla a mediados del siglo XIII.
El proceso de abandono de las tierras cultivables por la población de origen musulmán estaba prácticamente finalizado a finales de aquel siglo, y se consolidó durante todo el XIV, sin que los nuevos pobladores cristianos les sustituyesen.
Sobre unos espacios costeros desiertos, es posible que estas fortificaciones fueran eventualmente utilizadas para la defensa y control del territorio, formando parte de una red defensiva centralizada en la inexpugnable fortaleza de Lorca, entramado este con el que se pretendía hacer frente a los frecuentes ataques musulmanes procedentes de la costa.