Los orígenes y evolución de este templo parroquial no han sido estudiados en demasía.
Conocemos bien las trazas de su Retablo Mayor. La construcción de la nueva planta de la iglesia se llevó a cabo durante el segundo cuarto del siglo XVIII, y en 1755 se solicitaba la ayuda del cabildo eclesiástico para la fábrica de un tabernáculo, siendo Francisco Palazón el encargado de recoger las limosnas necesarias para tal fín. Fueron Juan José de Gert y Gea y Pedro López de Reyes los encargados de realizar el tabernáculo.
Parece ser que las piezas de esta construcción no se llegaron a montar enteramente, la ornamentación del altar sufrió un grave deterioro y abandono.
En 1784 el párroco solicitó ayuda económica al cabildo para terminar el campanario y el retablo. Pero el dinero necesario no llegaba a librarse.
En 1786 se documenta la visita del pintor Pablo de Sistori y el tallista Diego García para contemplar las posibilidades de hacer un retablo pintado de perspectiva y un nuevo sagrario, quizá de esa época son unas rocallas pintadas que se conservan en el altar.
Pero ya en 1792 tenemos noticia de que los vecinos de la villa estaban subvencionando la construcción de un retablo de estuco, un carbonato similar al yeso. Tanto el escultor Roque López en 1789 como el oriholano Ignacio Esteban realizaron trabajos en 1784 y 1789, consistentes en un trono y una imagen de San Roque.
Como podemos ver la construcción del retablo de la parroquial de Fortuna muestra a las claras tanto las dificultades económicas de las villas y vecinos para sufragar el gasto de este tipo de ornamentos, así como el devenir histórico que llegó a prohibir el uso de la madera para la realización de estas piezas.