La fortificación se halla situada sobre una altura rocosa, en las estribaciones de la Serreta de San José, en cuyas faldas se sitúa el actual casco urbano de Calasparra. Desde la cima del monte se domina perfectamente toda la fértil vega circundante, regada por relevantes cauces hídricos como son los ríos Segura, Quípar, Argos y Alhárabe.
El acceso a los restos del castillo es sencillo, pues se efectúa a pie desde el propio centro de la población, a través de un camino dotado de escaleras que ha sido acondicionado y ajardinado en algunos tramos durante los últimos años.
Un pasado que se quiere recuperar
El devenir histórico del castillo de Calasparra, que en la actualidad se encuentra en fase de rehabilitación, está íntimamente ligado a la Orden de San Juan de Jerusalén, pues fue el símbolo más evidente del poder de esta orden militar sobre tierras y gentes, controlando importantes ejes viarios y cauces fluviales, así como unas muy productivas explotaciones agrícolas. Un poder que ligó a la villa con los monjes durante seis siglos.
Según Alonso Navarro, la primera fortificación sobre el cerro se podría datar en torno al siglo XII, aunque las remodelaciones sobre el castillo hubieron de ser numerosas y considerables, en especial tras la conquista castellana del reino de Murcia. Su progresivo abandono, que comenzaría hacia el siglo XVII, ha llevado progresivamente al monumento a un punto de preocupante degradación, por lo que en nuestros días se están llevando a cabo diferentes intervenciones (algunas de ellas de gran envergadura) destinadas a la rehabilitación y recuperación de la fortaleza como testimonio monumental del patrimonio histórico de la Región de Murcia.
El castillo de Calasparra, o castillo de San Juan (por la Orden Militar que lo poseyó), está declarado Bien de Interés Cultural por la Disposición Adicional Segunda de la Ley 16/1985, de 25 de junio del Patrimonio Histórico Español.