El caso de Alguazas
Los líderes revolucionarios proclamaron el nacimiento de la República Socialista el 6 de octubre de 1934 tras tomar por la fuerza el Ayuntamiento. Alguazas constituye el único municipio de la Región donde triunfó, aunque efímeramente, la Revolución.
La Revolución en la Región
La huelga revolucionaria de Octubre de 1934 se extendió a otros municipios de la Región de Murcia, pero sin conseguir la conquista del poder por la intervención de las fuerzas del orden, y son:
-Murcia
-Cartagena
-Lorca
-Alcantarilla
-Cieza
-Abanilla
El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) impulsó la constitución de una alianza obrera, en febrero de 1934, con la Unión General de Trabajadores (UGT), la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), el Bloque Obrero y Campesino (BOC) y el Partido Comunista de España (PCE), para expulsar del poder al Gobierno conservador de la II República (constituido democráticamente tras las elecciones generales de 1933), mediante un movimiento revolucionario de signo marxista y anarquista. Las fuerzas de izquierdas sellaron el pacto bajo el nombre de Uníos Hermanos Proletarios (UHP). El instigador del movimiento fue Francisco Largo Caballero, secretario general de la UGT, y su director, Indalecio Prieto, líder del PSOE.
El líder socialista Indalecio Prieto reconoció su implicación en la organización de la Revolución antidemocrática de Octubre de 1934 durante su etapa en el exilio, tras la Guerra Civil. "Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera de mi participación en el movimiento revolucionario de 1934. Lo declaro como culpa, como pecado, no como gloria. Estoy exento de responsabilidad en la génesis de aquel movimiento, pero la tengo plena en su preparación y desarrollo. Por mandato de la minoría socialista, hube yo de anunciarlo sin rebozo desde mi escaño en el Parlamento. Y yo acepté misiones que otros rehuyeron, porque tras ellas asomaba, no sólo el riesgo de perder la libertad, sino el de perder la honra", declaró durante una conferencia en el Círculo Cultural Pablo Iglesias de Ciudad de México el 1 de mayo de 1942.
La prensa progresista anunció la inminencia del levantamiento revolucionario durante el verano de 1934. El periódico comunista Mundo Obrero afirmaba el 17 de agosto: "Tenemos nuestra salida, nuestra solución: camino ruso por el poder soviético". El diario 'El Socialista', órgano oficial del PSOE, advertía el 27 de septiembre: "Las nubes van cargadas camino de octubre. Nos aguardan jornadas duras... Tenemos nuestro ejército a la espera de ser movilizado". El mismo medio de comunicación anunciaba el 28 de septiembre: "Abolimos el régimen monárquico y ahora el de la propiedad privada". Y el 30 de septiembre: "Se nos habla de reconquistar la República para situarla de nuevo el día 14 de abril. No nos interesa un nuevo ensayo. Lo hicimos una vez y nos salió mal. Nuestras relaciones con la República no pueden tener más que un significado: el de superarla y poseerla".
La instrucción militar de las juventudes de las organizaciones obreras, los chiribís, en la sierra madrileña y las proclamas violentas en la prensa nacional alertaron al Ejecutivo de Alejandro Lerroux. Así, el diario 'El Socialista' sentenciaba el 25 de septiembre: "Renuncie todo el mundo a la revolución pacífica, que es una utopía". Además, las fuerzas de seguridad incautaron un alijo de armas, procedente del vapor Turquesa, el 11 de septiembre en Asturias y un depósito de explosivos y municiones el 14 de septiembre en la Casa del Pueblo de Madrid.
La entrada de tres ministros de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), partido más votado en las elecciones de 1933 y con mayor número de escaños en las Cortes, en el nuevo Gobierno de Alejandro Lerroux el 4 de octubre de 1934, constituyó el pretexto de justificación para el desencadenamiento del movimiento revolucionario ante el presunto advenimiento del fascismo en España. Los ministros cedistas eran Rafael Aizpún en la cartera de Justicia, José Oriol Anguera en Trabajo y Manuel Giménez Fernández en Agricultura. La revolución obrera estalló el día 5 de octubre en algunas zonas de España. En Madrid, los sublevados intentaron sin éxito el asalto a la presidencia del Gobierno y al Ministerio de la Gobernación (Interior), debido a la intervención de las fuerzas de seguridad. Los agentes del orden detuvieron a un centenar de revolucionarios y restablecieron la paz social en la capital. En Vascongadas, los huelguistas mantuvieron el control de las áreas industriales hasta el día 12 de octubre. El destructor Churruca partió del puerto de Cartagena hacia Bilbao para colaborar en la represión del movimiento subversivo. Los enfrentamientos armados dejaron un saldo de 40 muertos.
Los principales focos de la revolución fueron Asturias y Cataluña. En Asturias, los mineros proclamaron el nacimiento de la República Socialista. Los revolucionarios dominaron la región tras asaltar los cuarteles de la Guardia Civil. El Gobierno aprobó en las Cortes la suspensión de la actividad parlamentaria "por el tiempo necesario hasta completar la pacificación". El ministro de la Guerra, Diego Hidalgo, encomendó a Francisco Franco y Manuel Goded la dirección de las operaciones militares desde Madrid. Los dos generales enviaron al Ejército y a la Legión para reprimir la insurrección asturiana. Los militares derrotaron al 'Ejército Rojo' tras dos semanas de lucha. El saldo de la revolución asturiana fue de un millar de muertos. En Barcelona, el presidente de la Generalitat, Lluis Companys (ERC), proclamó el 6 de octubre de 1934 el Estado Catalán dentro de la República Federal Española. El Ejecutivo central envió al Ejército, y el general Domingo Batet restableció el orden tras derrotar a los Mozos de Escuadra durante el asalto al Palacio de la Generalidad. Los enfrentamientos armados provocaron la muerte de 40 personas. El Gobierno ordenó la detención del Ejecutivo catalán y la suspensión temporal del Estatuto de Autonomía.
El gabinete de Alejandro Lerroux aprobó numerosas penas de muerte para los responsables de la Revolución de Octubre de 1934. El presidente de la República, Alcalá-Zamora, obligó al Gobierno a la conmutación de las penas capitales, a excepción de tres, por la cadena perpetua en virtud del artículo 102 de la Constitución. "En los delitos de extrema gravedad, podrá indultar el presidente de la República, previo informe del Tribunal Supremo y a propuesta del Gobierno responsable". El jefe del Estado justificó su actitud por el indulto concedido al general Sanjurjo, protagonista de un golpe de Estado fallido en 1932.
La Revolución en la provincia de Murcia
En la provincia de Murcia, la experiencia revolucionaria más importante se desarrolló en el pueblo de Alguazas. En la noche del 6 de octubre de 1934, los insurrectos tomaron por la fuerza el Ayuntamiento, las centrales de Teléfonos y Telégrafos y arrestaron a punta de pistola a las autoridades civiles y eclesiásticas del municipio. Después, los revolucionarios proclamaron la República Socialista e izaron la bandera roja en el balcón del Consistorio. Al día siguiente, el gobernador civil, Carlos Rodríguez Soriano, envió cuarenta miembros de la Benemérita para sofocar el levantamiento. Los sublevados recibieron a tiros a los agentes. La Guardia Civil cercó el Ayuntamiento y el teniente Cifuentes lanzó un llamamiento a los amotinados, en posesión de rehenes, para evitar un baño de sangre. Tras un tiroteo de una hora, los rebeldes se rindieron, con la mediación del párroco de Alguazas y del secretario del Ayuntamiento, ante la imposibilidad de continuar con la resistencia armada. Las fuerzas de seguridad detuvieron a los revolucionarios, interceptaron su almacén de armas y las autoridades militares ordenaron su ingreso en prisión. Los enfrentamientos dejaron varios agentes heridos. Los policías restablecieron el orden y colocaron de nuevo la bandera española republicana en el balcón consistorial, informó el diario 'La Verdad'.
La huelga general se extendió a Murcia, Cartagena, Lorca, Cieza, Alcantarilla y Abanilla. En la capital provincial, los principales incidentes consistieron en el incendio de la casa del párroco de la pedanía de Puente Tocinos, la paralización de las líneas de autobuses de La Alberca y Alcantarilla, el paro obrero en dos fábricas del barrio de El Carmen, algunos comercios del centro y en la estación de tren. La rápida intervención de los agentes del orden impidieron mayores desórdenes. En Cartagena, los obreros secundaron la huelga general en toda la ciudad. Los huelguistas impidieron la apertura de las fábricas y los comercios y el funcionamiento de los servicios de transporte público. En Lorca, las fuerzas de seguridad evitaron la propagación de la huelga con la retirada de los pasquines callejeros de incitación a la huelga. El paro no fue masivo y afectó sobre todo a los sectores de la alpargatería, el maderero y la construcción. En Cieza, el alcalde rechazó la exigencia de los huelguistas para el traspaso del poder político. La Guardia de Asalto detuvo al Comité Revolucionario y restableció la calma social. En Alcantarilla, los obreros secundaron mayoritariamente la huelga y fueron despedidos por sus patronos. En Abanilla, miembros de la Casa del Pueblo tirotearon al empresario José Martínez Cascales en la entrada de su casa y los huelguistas atacaron el cuartel de la Guardia Civil sin éxito, señala el diario 'El Tiempo'.
La Revolución de Octubre de 1934 provocó más de un millar de muertos y heridos; la crisis política, con la dimisión de los ministros de Estado, Ricardo Samper (P. Republicano Radical), y Guerra, Diego Hidalgo (P. Republicano Radicla), por su falta de previsión ante el movimiento subversivo; el encarcelamiento de los líderes políticos implicados (Largo Caballero) y el exilio de otros (Indalecio Prieto); el adelanto de las elecciones generales, tras la salida del Gobierno de la CEDA, y el decreto de disolución de las Cortes; el empeoramiento de la convivencia social, la radicalización de la sociedad hacia posturas extremistas fuera de la legalidad (fascismo y comunismo) y el inicio del clima de guerra civil en España entre la izquierda y la derecha, con enfrentamientos sangrientos en las calles.
Antonio Gómez-Guillamón Buendía