'En el cielo manda Dios
y en el convento los frailes.
En Murcia el Gobernador
y en los higos los zagales'
Cantar recogido por Juan García Abellán en su libro,
Murcia entre bocado y trago.
La higuera (Ficus carica L.) es un árbol típico de secano en los países mediterráneos. Su rusticidad y su fácil multiplicación hacen de la higuera un frutal muy apropiado para el cultivo extensivo. Siempre ha sido considerado como árbol que no requiere cuidado alguno una vez plantado y arraigado, limitándose el hombre a recoger de él los frutos cuando maduran, unos para consumo en fresco y otros para conserva.
Las brevas son higos que no llegan a madurar en otoño y se conservan durante el invierno para hacerlo en el verano siguiente. Estos frutos se forman sobre madera vieja, del año anterior, en donde pasan el invierno como pequeños botones, situándose dos, tres o cuatro por ramo, pudiendo llegar hasta siete. Estas higueras dan una segunda cosecha, la de higos, a partir de agosto. Estos frutos se forman sobre la brotación del mismo año. Los higos son del mismo color que las brevas pero de tamaño más pequeño.
Según el Centro Regional de Estadística en los últimos años se comercializan entorno a los 70.000 kilogramos de higos en el mercado de frutas regional.
En Murcia se les conoce a los higos con mil y una denominaciones, según variedades y clases, y todas ellas evocadoras de algunas de sus características: higo de piel de toro, higos pajareros, higo de boca de muerto, higos verdales, macocas.
Tradicionalmente, en la huerta de Murcia, la higuera, al igual que la morera, se plantaba en la puerta de las casas, con el objeto de que en verano dieran sombra y frescor al portal y, en otoño e invierno, cuando se encuentran sin hoja, dejen pasar el agradable y tibio sol invernal.
Autor: Julio Pedauyé Ruiz