La Murcia de la etapa gótica y renacentista, como etapas meramente artísticas, es una región en pleno proceso de repoblación y acomodación de una nueva política y sociedad. Murcia no posee más referencia plástica anterior a esta etapa que las ruinas, en el momento casi invisibles, del período clásico como antigua colonia ibérica de Roma. Desde el punto de vista artístico la tardo antigüedad es puntual y la dominación árabe sólo puede dejar ejemplos decorativos en una arquitectura que pronto será eliminada. Todo lo que surge en el arte pictórico murciano en este período será exterior a nuestro propio territorio.
Como ya ocurre con otras de las disciplinas artísticas en Murcia la pintura gótica es muy escasa. La documentación histórica nos habla de pintores, de ordenanzas gremiales, de concesiones y testamentos donde aparecen encargos. Pero la obra que hoy día podemos admirar es muy reducida. En la Catedral de Murcia, expuestos en su museo actualmente, existen algunos polípticos muy conocidos, los dedicados a la Virgen, a Santa Lucía y al Arcángel San Miguel.
Debemos recordar que lejos de autorías, tan normalizadas ya a partir del Renacimiento, los talleres de pintura del Medioevo agrupan a varios artesanos, muchas veces especializados en cuestiones concretas tales como la ebanistería, el estucado o el dorado. Son obras grupales que la mayor parte de las veces siguen unos esquemas iconográficos que se repiten. El pintor puede dedicarse tanto a pintar como a inventar, a modelar o a trabajar en un equipo de construcción de edificios.
El soporte por excelencia del gótico es la tabla de madera, pues el lienzo aún queda lejos. El otro soporte es el muro y el pergamino y quizá en Murcia, donde residió en varios momentos el rey Alfonso X, se pudieron realizar algunos de los pergaminos de sus Cantigas, los nombres de los artesanos están documentados, pero esto queda simplemente en hipótesis.
De los retablos mencionados, del último tercio del XIV, el más conocido es el de Bernabé de Módena, la Virgen de la Leche, destinado a la capilla de los Manueles y seguramente encargado por esta familia. Bernabé de Módena era uno de esos primeros nombres del arte pictórico que surgen en la historia del Renacimiento, era muy conocido y en Murcia había tratos comerciales con Génova, ciudad de residencia del pintor, por lo que no es de extrañar el encargo. Los donantes que aparecen en el retablo pueden ser identificados, era lo usual en estos encargos; puede ser la reina Juana Manuel y su primo Juan Sánchez Manuel, aunque algunos autores consideran que se trata del padre de la reina, don Juan Manuel, ya fallecido durante la ejecución de la tabla.
La Virgen amamantando a Jesús en un estilo muy relacionado con el arte bizantino, es un tema recurrente en la pintura de la época, tanto románica como gótica. Además del tema principal podemos ver escenas de la Anunciación y el Juicio Final y a diversos santos, Santa Ana, Santa María Magdalena, Santa Clara, San Antonio Abad, Santa Lucía y San Nicolás, junto a estos dos últimos aparecen los donantes del cuadro.
Y el de Módena firma también otro de los polípticos de madera, temple y dorados, el dedicado a Santa Lucía. Fue encargo de Fernando de Oller, fundador de la Capellanía de Santa Lucía. Bernabé de Módena no era un pintor moderno para la época, los modernos eran Cimabue o Giotto, que se alejan formalmente del románico bizantinizado. Los gustos en Murcia parece que no podían por menos que seguir unos cánones que pronto iban a quedar anticuados para la época. Este tipo de encargos no eran tampoco una búsqueda estética sino una rivalidad de influencias y poderes más terrenales que divinos, si los Manueles tenían su políptico Oller no podía dejar de tener otro. En cualquier caso son dos obras valiosísimas y buen ejemplo de un estilo artístico muy antiguo que representa varios siglos de estética occidental.
Dentro del estilismo de la pintura valenciana del siglo XV se encuadra el otro políptico catedralicio, el dedicado a San Miguel Arcángel. Muy ligado a la pintura catalano-aragonesa este Político de Puxmarín, deán que lo encargó, no tiene por el momento autor conocido; tiene una fuerte estructura retablística, las divisiones y subdivisiones, la combinación del tamaño de las figuras, la historia del juicio de las almas etc., son propias de la catequética que estas obras debían ejercer sobre los fieles. La pintura al temple, los dorados, las cornucopias, toda una muestra de goticismo y artesanía.
No hay más ejemplos reseñables de pintura gótica o no quedan porque el tiempo los eliminó, posibilidad más que probable. Quizá tampoco existió en Murcia ni el interés ni la posibilidad económica de hacer encargos o que artesanos locales crearan escuela, aunque fuera una escuela pretérita en cuanto a estilos y formas. Parece que ni Bernabé de Módena dejó huella en nuestro arte pictórico medieval.
No podemos tampoco hablar de abundancia artística durante el Renacimiento si bien debió haber más talleres y algunos nombres, especialmente a partir de 1560, se dejan entrever en la documentación. El Museo de Bellas Artes custodia algunas tablas interesantes que configuran la sala dedicada a la pintura renacentista murciana, aunque se trate de un Renacimiento lleno de goticismos.
Hernando de los Llanos, en Murcia a partir de 1516, sobresale entre los autores; parece que fue discípulo de Leonardo en Florencia y esa influencia italiana y leonardesca se deja notar en sus obras. Obras como los Desposorios de la Virgen o la muy conocida escena del Milagro de la Vera Cruz ???? tiene parte de los alicientes de esta pintura renacentista con fondos arquitectónicos, sfumatura, colores vivos más propios de ámbitos con paisajes coloridos etc. Pero los rostros que surgen en estas obras son más propios de la pintura flamenca, tan querida en España, como los de modelos de pintores como Berruguete.
Del Renacimiento en Murcia también destaca el pintor Juan de Vitoria, con su retablo Historia de Santiago, realizada en 1552, también en el MUBAM. El estilismo de Juan de Vitoria muestra por un lado el aún presente estilo gótico, en un relato que distribuye personajes en perspectivas poco recreadas. Por otro lado las nuevas tendencias compositivas, con una mayor libertad de movimientos, gestos, recreación de escenas, etc. Lo que tienen de renacentista este tipo de obras es justo lo que ya no tienen de góticas o medievales.
Es muy difícil en esta etapa y en esta región desligarse totalmente de la estética medieval, ya vimos que Bernabé de Módena era un pintor apreciado pero muy alejado de las nuevas derivas estéticas. Suele pasar. El gusto por lo gótico se perpetúa en el siglo XVI, con tablas anónimas en las que los santos siguen mostrándose de medio cuerpo y con un detalle en el dibujo y la composición propios de la pintura flamenca o de maestros españoles italianizados como Berruguete. Una labor meramente artesanal, muy precisa y laboriosa, como el dorado con hoja de oro fino sigue siendo el recurso más utilizado para tablas y retablos. No existe todavía la recreación espacial abundante de la perspectiva renacentista de las nuevas obras italianas y la recreación de volúmenes a través del color y no tanto de la línea del dibujo. Un buen ejemplo de obra del XV, todavía inmersa en conceptos góticos, es la Tranfiguración del Maestro de Fontanals. Sin embargo, a pesar de este panorama un tanto decano de los antiguos presupuestos estéticos, el Museo de Bellas Artes nos muestra también obras más avezadas, de gusto italiano, más “modernas” como la Sacra Conversación de Francisco de Comontes.