La transición del XVI al XVII es para Murcia una época que podríamos considerar próspera en sus artes, pese a las dificultades económicas. La literatura no podía por menos que ver reflejada esta abundancia de producción cultural. Pasamos progresivamente, y gracias a la imprenta, de una literatura con un gran componente oral a una literatura impresa que se va expandiendo con mayor velocidad.
Tres nombres destacan y nacen en nuestra Región correlativamente en períodos de unos 20 años entre sí: Cascales, Saavedra Fajardo y Polo de Medina, considerados una tríada literaria magnífica que, sin estar cerca de la corte, fue conocida en su entorno y no olvidó en sus obras la tierra murciana.
La figura de Francisco Cascales, 1564, ha sido muy estudiada. Aunque muchos datos biográficos queden ausentes sabemos, sobre todo, de su vida familiar y de su empeño por conseguir siempre cierta posición académica reconocida. Debió ser un personaje muy popular, que pudo escribir de los más variados temas en latín o castellano. Sin duda sus Discursos históricos son su obra más reconocida, con una primera edición en 1621, obra muy bien documentada que evidencia la capacidad de Cascales como investigador e historiógrafo. Sus Tablas poéticas son un buen testimonio de diversos autores murcianos y sus Cartas filológicas un ejemplo de género epistolar, una buen ejemplo de cómo era el humanista de la época del autor. Tratados latinos y poesía se suman a la producción de Cascales que, pese a algunas críticas adversas que ven en algunas de sus obras un formalismo que se impone a la emoción, sigue siendo respetada y admirada por el valor de su conjunto.
Aunque Diego de Saavedra Fajardo no pueda considerarse una figura creativa en lo literario, a juicio de muchos estudiosos, su obra como jurista, político, crítico literario e incluso poeta, hacen de él la segundo figura más relevante del XVII murciano. Bautizado en Santa María de Loreto de Algezares en 1584, su vida profesional está marcada por el ejercicio de la política, siendo muy destacada su actividad en Europa en misiones diplomáticas, paralela a la progresiva decadencia de la influencia de España y su imperio. Sin duda una de sus obras más reconocidas y propias de su profesión es Idea de un príncipe político-cristiano representada en cien empresas, publicada en 1640 y fiel reflejo de los cambios políticos y monárquicos que el murciano debió presenciar y que materializó en esta obra de marcado espíritu pedagógico. Su República literaria es una visión amena y satírica del mundo literario que, como hemos señalado, se abría paso de manera firme en este siglo.
En 1603 era bautizado en la ciudad de Murcia Jacinto Salvador Polo de Medina, un autor considerado como el “primer humorista murciano” y autor que llegó a publicar sus obras en Madrid, lo que extendía y daba aún más prestancia a su obra. Pese a ser clérigo, con varios cargos y entre ellos el de rector del Seminario de San Fulgencio, fue el alma de una tertulia literaria en la huerta murciana, se acercó a la corte y su enemistad con el culteranismo propio de Góngora lo hizo amigo de los partidarios de Lope de Vega. Las academias de jardín, Ocios de soledad, Apolo y Dafne, Pan y Siringa, El buen humor de las musas o el Gobierno moral a Lelio son algunas de sus obras más nombradas. Polo de Medina va en sus obras del buen humor y lo burlesco a la obra moral, quizá más propia de la edad más adulta y meditativa, en todo caso sus obras son descritas siempre como plenamente barrocas.
Algunos autores dan muestra de una realidad literaria menos admirada aunque tenida en cuenta para el estudio y algunos de estos autores son murcianos. En la corte francesa de Luis XIII evolucionaría la obra de Ambrosio de Salazar, nacido en 1572, profesor de lengua española y secretario del monarca. La obra de Salazar debió ser muy apreciada en Francia pues algunos de sus libros se publicaron varias veces a lo largo del XVII. Erudito, su obra, además de contener algunos tratados sobre gramática, no se ajusta a ningún género en concreto y es difícil de definir, algo que, por otra parte y según especialistas, es propio en la literatura de la época: publicaciones sin un objetivo claro literario, difíciles de encasillar y con afición por los párrafos autorreferenciales y sin sujeción alguna a fuentes o historiografías. De Salazar son las obras de anécdotas varias, historias o preceptos: Almoneda general de las más curiosas recopilaciones de los reinos de España, Las clavellinas de recreación, Cosas notables que se ven en la gran ciudad de París, Los secretos de la gramática española o Principios para aprender la lengua española.
Los hermanos Dávila, Gaspar, Agustín, Nicolás y Ana María, son toda una familia dedicada a la literatura y procedentes de la ciudad de Cartagena. De todos ellos Gaspar fue el más afamado, alumno de Cascales, citado por Cervantes y Lope de Vega, autor de diez comedias teatrales de las que aún tenemos recuerdo. Nicolás participó en las tertulias huertanas de Polo de Medina y su hermano Agustín fue, además de poeta, predicador agustino. De Ana María sólo se conoce un soneto dedicado a la ciudad de Cartagena y, en opinión de los críticos, bastante recargado, al gusto de la época dentro de la categoría de la obra.