Para analizar la literatura murciana durante la etapa de Reconquista, con la regencia de las monarquías cristianas, debemos tener en cuenta que, al contrario de lo que pasa con la literatura árabe murciana, tendremos que esperar hasta el siglo XV para encontrar un escritor nacido en nuestra tierra. Sin duda el proceso de culturización fue lento y siendo Murcia tierra de frontera la literatura y la cultura en general debieron acompasarse a siglos de repoblación, conflictos y situaciones de crisis política, militar y económica.
Ciertos personajes ya conocidos de la historia murciana contribuyeron a que durante el siglo XIII llegaran a convivir la madrisa de Al Ricotí, un Studium de los dominicos, favorecido por Alfonso X, y la actividad literaria de los protagonistas mencionados como el obispo franciscano Fray Pedro Gallego, Jacobo de las Leyes (Jacopone da Giunta), Fernando Domínguez el Arábigo, Bernardo el Arábigo o Maestre Nicolás Guerard Riquier de Narbona. Un período de tiempo no muy longevo, hasta 1284 aproximadamente, pero lo suficientemente interesante como para que se mencione en los manuales de historia literaria. Estos autores tuvieron una relación estrecha con su monarca que, como era costumbre y así consta en el Repartimiento, solía premiar sus servicios y acceder a sus peticiones con la concesión de tierras murcianas. No olvidemos que Alfonso X y su corte llegaron a establecerse en el palacio de Monteagudo durante su estancia en Murcia.
El obispo Gallego traducía al latín obras como el Liber animalibus de Aristóteles, escribió también obras de doctrina y participó en la redacción de las Partidas y algún tratado de astronomía. El jurista boloñés Jacobo de las Leyes que dedicó al infante Alfonso su obra Flores del Derecho, se establecería en Murcia en 1266. También participó en la composición de las Partidas y su aportación al derecho destaca por su estudio del derecho latino cuando, hasta ese momento, en la Península los reinos se basaban en el derecho germánico. De Bernardo el Arábigo, posible murciano converso, conocemos su traducción de la obra de Azarquel Açafez y la estrecha relación que mantuvo con Alfonso X.
De los siglos XIII y XIV quedan las obras de otro preceptor real, Jofré de Loaysa, autor de la Crónica de los reyes de Castilla y, aunque nada murciano, podemos recordar las obras del infante Don Juan Manuel, adelantado mayor del reino que, en su Libro de la caza nos deja estimadas descripciones de la naturaleza que podía apreciarse en Murcia en aquellos siglos. Del siglo XIV y hasta el XV la literatura murciana se concentra en los trabajos de sus obispos, siendo el más destacable el murciano, judío converso, Pablo de Santa María, también conocido como Pablo de Cartagena, autor de obras en latín muy reconocidas como su largo poema Las edades el mundo. La descendencia del obispo, su hijo Alonso de Cartagena y su sobrina, sorda de nacimiento, Teresa de Cartagena, seguirían la tradición literaria familiar.
Otro literato judío converso, esta vez lorquino, Jerónimo de Santa Fe, probablemente rabino, fue médico del Benedicto XIII a quien influyó para convocar la importante reunión de teólogos de Tortosa en 1413. Del afán proselitista del autor quedaron obras como el Hebrae maxtis, o Azote de Hebreos y alguna obra de medicina. Tenemos noticias de otros escritores en Murcia medievales como el fraile mercedario Fray Leandro, poeta virgiliano. También se reconoce relacionados con la literatura a algunos miembros de la familia de los Fajardo como Alonso Fajardo, Pedro Fajardo o Mosén Diego Fajardo
Y ya en pleno siglo XV, nacido en la ciudad de Murcia en 1426, surge el reconocido escritor Diego Rodríguez de Almela, quien regalara la espada del Cid, la Tizona, a Fernando V. Considerado muchas veces como el primer escritor auténticamente murciano que llegaría por derecho propio a componer una obra destacada y a ser testigo y protagonista de uno de los períodos más relevantes de la historia de España. Su obra está considerada como muestra evidente del estilo claro y erudito del Renacimiento. Vivió en Burgos al servicio de Alonso de Cartagena y allí escribió Valerio de las historias Escolásticas. De nuevo en Murcia imprime en 1487 la Compilación de las batallas Campales junto a otros tratados. Fue nombrado cronista de los Reyes Católicos tras publicar su obra Compendio historial de las Crónicas de España, donde defiende la unidad política de los reinos españoles