El denominado Llano de Bullas es una superficie deprimida cubierta por los sedimentos cuaternarios antes descritos. Está limitado al noroeste y sureste por dos relieves calizos, Lomas de la Atalaya y Cerro Castellar. En estas condiciones paleogeográficas, se generó durante del Cuaternario un ambiente de tipo fluvial y palustre, con una gran proliferación de vegetación en la zonas más bajas, situadas próximas a las laderas del monte Castellar.
La acumulación de agua de escorrentía y de los diferentes manantiales presentes en la zona (Fuente del Castillico entre otras) ricas en carbonatos, dieron lugar a la precipitación de estas sales sobre los vegetales originando los travertinos que actualmente se observan. Comúnmente, estos cuerpos calcáreos eran seccionados, erosionados y cubiertos por los sedimentos detríticos que aportaban las sucesivas avenidas del río Mula. Sobre los travertinos aparecen sedimentos de terraza originados en una etapa de agradación del río Mula (una mayor producción de sedimentos y capacidad del transporte aguas arriba del paraje del Usero).
La formación del Salto del Usero está estrechamente ligada a la historia geológica del propio río Mula. Las formaciones de travertinos son muy comunes a lo largo de toda la cabecera de este río, hay en su propio nacimiento, pero sobre todo en los alrededores de los baños de Mula. Aquí además, algunos de ellos, van asociados también a las aguas termales que confluían con los lagos someros que habían en el Pleistoceno superior. Entonces el río Mula se comportaba en gran parte de su extensión como una cuenca endorreica. El río y sus ramblas contenían abundantes manantiales, abrigos para la vegetación, y desembocaban en zonas húmedas palustres. Muy comúnmente la formación de esta cuenca hidrográfica cerrada se debió a una serie de episodios de deslizamientos que cortaron el paso del río Mula en su trayecto hacia el Segura.
Esta zona endorreica, posteriormente se abrió y se produjo su conexión con la cuenca del río Segura, que dio lugar a una bajada del nivel de base del cauce del Mula. El rejuvenecimiento y mayor pendiente del río por esta unión, generaron los procesos de disección y erosión remontante de los viejos sedimentos originados por él y de los travertinos, entre ellos los materiales presentes en el Salto del Usero.
Los travertinos son depósitos de carbonatos desarrollados en ambientes continentales, en ríos, lagos o en zonas de surgencias kársticas. La formación de estos depósitos está asociada en su mayor parte a la actividad orgánica de una comunidad vegetal cuyas condiciones y mecanismos internos se pueden comparar con los de las comunidades marinas que desarrollan arrecifes orgánicos. Así, la formación de los depósitos de travertinos se caracteriza por ser el resultado de un balance entre una actividad constructiva y otra destructiva condicionada de una manera dinámica, por factores geológicos, climáticos, hidrológicos y biológicos.
Respecto a los factores climáticos, Martínez Tudela y otros investigadores estudiando los travertinos de río Matarraña, en Beceite (Teruel) llegaron a la conclusión que el depósito y erosión de los travertinos en estas latitudes están condicionados por controles climáticos, relacionados con épocas glaciares e interglaciares, conclusión que quizás se pueda extrapolar al Salto del Usero. Indican que en las áreas meridionales de Europa la evolución del clima mediterráneo durante el Cuaternario se ha caracterizado más por la fluctuación de la humedad que por la temperatura. Ello conlleva a que los períodos equivalentes a los glaciares e interglaciares tenga cada uno de ellos una etapa húmeda y otra seca. Los travertinos se forman en las etapas húmedas (figura 2), pero sólo se conservan los que corresponde a los períodos interglaciares húmedos. Durante los períodos equivalentes a las etapas glaciares e interglaciares secas, estos depósitos probablemente no se desarrollarían, al contrario se erosionarían, debido a varios factores:
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Las bajas temperaturas que afectarían a la comunidad vegetal.
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El descenso del nivel del mar que, afectando al nivel de base de los sistemas fluviales, provocarían la karstificación y erosión de los edificios de travertinos.
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La sequedad ambiental, la cual limitaría el crecimiento de la comunidad vegetal.
Pero, como comenta Silva y otros investigadores, en el caso del río Mula su geometría y el depósito y erosión de sus terrazas fluviales y travertinos, han sido fuertemente amplificados por los factores geológicos, en concreto por la actividad tectónica reciente de las fallas de su entorno. Sobre todo por la importante falla activa que por aquí pasa, la falla de Bullas-Archena. Esta afirmación además está avalada por los estratos donde han quedado fosilizados los antiguos terremotos. En ellos se encuentran paleodeslizamientos, que llegaron a taponar el cauce del río, y niveles de deformación de los sedimentos fluviolacustres que sufrieron los terremotos, que se denominan paleosismitas de licuefacción.
El último episodio erosivo del río Mula fue el que originó en el Salto del Usero, el encajamiento del cauce de gran belleza que hoy vemos. Debido a la impermeabilidad de los sedimentos basales, a las fracturas y a la solubilidad y porosidad de los travertinos, éstos han sufrido, por la infiltración del agua y su constante circulación, procesos de disolución que han dado lugar a una peculiar morfología en bóveda (figura 3).
Actualmente el agua se precipita hacia la base de esta oquedad generando una cascada de unos cuatro metros de altura; aquí existe una poza bastante profunda, unos cinco metros, constantemente llena de agua. El descalce de la parte basal de las paredes que limitan el cauce produce la caída de grandes bloques de travertinos, y en estas paredes es común ver también concreciones carbonatadas producto de la disolución y posterior precipitación de las sales presentes en las litologías existentes.
Hoy día se están formando travertinos en sitios muy reducidos, asociados a zonas deprimidas de los márgenes del cauce y a surgencias, donde la vegetación es abundante y el agua queda remansada. Asociados a estos procesos de disolución se pueden observar en el cauce pilancones, más o menos alargados en la dirección del cauce, en cuyas superficies existen precipitaciones de óxidos de hierro y arcillas de descalcificación.