La mora silvestre o zarzamora es el fruto de la zarza (Rubus ulmifolius), un arbusto espinoso de tallos leñosos y aspecto sarmentoso, que puede llegar a crecer alrededor de 3 metros en las zonas frescas y húmedas junto a cauces de agua.
La zarza pertenece a la familia de las Rosáceas, posee hojas imparipinnadas (compuestas por 3-5 folíolos o pequeñas hojas enfrentadas unas a otras y con una que hace de cierre en un extremo), elípticas ovadas (triangulares) de borde aserrado. Sus flores, blancas o rosadas, se muestran en racimos que forman el fruto carnoso o zarzamora.
La mora silvestre, zarzamora o frambuesa negra, está compuesta por la unión de un gran número de drupas o granos que forman una estructura globulosa y redondeada de pequeño tamaño (hasta 2 cm). Cada una de estas drupas contiene en su interior una pequeña semilla.
El color de la mora va cambiando conforme avanza en su maduración, presentando tonos verdosos en su juventud, pasando a rojizos y negros brillantes cuando alcanzan su plena madurez.
Se consumen principalmente en su etapa de madurez, mostrando cierto dulzor con toques ligeramente ácidos.
Variedades
Las zarzamoras comestibles representan tan sólo nueve variedades de las más de 300 que existen en su familia. Algunas de sus clasificaciones hacen referencia a la existencia o no de espinas en su tallo, o si el sabor de sus frutos es dulce. Aunque en el mercado se pueden encontrar las clásicas zarzamoras, también es frecuente adquirir algunas variedades de híbridos, entre los que destacan:
Logan. Hibridación entre zarzamora y frambuesa, por lo que presentan una mayor acidez, color púrpura y carecen de semillas.
Young. Cruce entre zarza de rastrojos y una frambuesa. Aspecto alargado del fruto, de sabor ácido y escaso aroma.
Boysen. Hibridación entre Young y frambuesa. Poseen un tamaño superior a las demás.
Cultivo
El arbusto de la zarzamora crece silvestre, formando zarzales, junto a cursos de agua, en zonas de clima cálido, donde existe buena iluminación diaria. No obstante, es posible cultivarla siempre y cuando los suelos sean ricos, tengan buen drenaje y se mantengan frescos y húmedos.
Así, su reproducción se puede realizar mediante esquejes, partiendo directamente de sus tallos en invierno, o a través de semillas en primavera.
La floración se produce a finales de la primavera, propiciando que se recolecten sus frutos ya maduros durante todo el verano y los primeros días de otoño.
Para evitar que se convierta en una planta invasora, con multitud de esquejes y arbustos secundarios, es necesario tras la recolección cortar las ramas desde su nacimiento. De esta forma, los tallos jóvenes recogerán todo el vigor de los nutrientes del suelo y darán cosechas más abundantes.